Cine argentino en el Festival de Rancagua
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Desde sus comienzos como Bienal de Video Arte, en la década de los 90, la Bienal de Artes Mediales se propuso como una instancia de exhibición donde el vínculo del arte con la tecnología abriera paso a experimentaciones y reflexiones críticas sobre el contexto contemporáneo. En su 13 versión, el evento da muestras de un progresivo proceso de expansión. Las exhibiciones ocupan distintos espacios de la capital y Valparaíso, sumándose actividades de encuentro entre artistas, expertos y público, más el tradicional Concurso de Video Arte Juan Downey.
Hasta el 5 de noviembre en el Museo de Bellas Artes, la exposición central enseña distintas miradas sobre el concepto eje, la idea de temblor, con todos los alcances posibles, desde la relación con el paisaje y los desastres naturales hasta las crisis políticas y sociales junto con los quiebres de paradigma actuales. En cada obra, la tecnología permite experiencias estéticas donde a ratos la interactividad, lo multisensorial y lo espectacular suspenden el intento de reflexión. Tal vez por esto, aquellos montajes de gran simpleza detienen justamente por la frontalidad de los signos. Está –por ejemplo– la belleza y el sentido primordial de un artista exponente de una suerte de prototecnología, como ha sido Hugo Marín dedicado en buena parte de su obra a la arcilla y que presenta aquí una serie de pequeños volcanes o alegorías a sus formas; hasta el trabajo con fotocopias y collages de Basco Vazko, que reconstruye escenas desde la idea de lo fotográfico para engañarnos y referirse a la posverdad.
A través de las propuestas de artistas nacionales e internacionales, como Claudia del Fierro, Cristóbal Cea, Rossel Meseguer, Maya Watanabe, Ursula Biemann y Paulo Tavares, entre otros, se va configurando un recorrido donde los distintas ideas de terremoto no son siempre obvias, poetizando sobre conceptos como el cuerpo y la relación con la naturaleza; o el tiempo, la memoria y nuestra historia reciente.
Como uno de los grandes eventos de arte contemporáneo en Chile, queda la pregunta sobre la representatividad del resto del país en esta nave central y de sus propias experiencias de temblores. En un intento por cultivar esos nexos y descentralizar, la bienal levantó algunos temas en otras ciudades a través de Laboratorios Editoriales Nómades. No obstante, tales experiencias están poco visibles en el recorrido, integrando un núcleo de trabajo mayor en torno al fanzine. La deuda mayor queda si con aquellas experiencias entre arte y tecnología que hace un tiempo ya vienen realizando artistas y colectivos en regiones.