Otra vez la Constitución
TRAS LA CONSULTA INDÍGENA LA PREGUNTA OBVIA ES SI EL REPRESENTANTE QUE SE ELIGIÓ PARA NEGOCIAR ACUERDOS CON LOS PUEBLOS INDÍGENAS ES EL ADECUADO: BARRAZA.
En política saber leer los tiempos es tan importante como hacer la propuesta adecuada. En el tema constitucional las últimas dos semanas muestran que ni los tiempos ni las propuestas parecen ser las acertadas. Partamos por el problema de oportunidad. Primero el gobierno dijo que enviaría el proyecto de nueva Constitución en octubre. Después Eyzaguirre afirmó que sería en enero. Y ahora se sabe que lo enviarían entre la primera y segunda vuelta. Lo que motiva este confuso itinerario es que algunos en el gobierno creen que eso podría influir en el resultado de la elección presidencial.
Hay, ante todo, cierta candidez; es ingenuo pensar que con la Constitución podrá emularse lo que se hizo hace ya casi dos décadas con las reformas laborales en la elección Lagos-Lavín. A diferencia de lo que ocurrió entonces, ante la reforma constitucional no hay una opción binaria (sí o no), sino que diferencias de matices que, por más profundos que puedan ser, no lograrán generar el mismo efecto. Pero hay más. El uso electoral que intentará hacer el gobierno terminará deslegitimando aún más un proceso que ya está bastante cuestionado. Podría incluso echar tierra sobre la idea misma de cambio constitucional que, hay que reconocerlo, se ha ido extendiendo entre diversos sectores (muestra de esto último es que silenciosamente avanza una moción transversal que aborda algunos temas). Una forma de terminar con la confluencia es polarizando el tema; y es probable que ese sería el efecto que tendría el envío del proyecto con afanes electorales.
Pero en todo esto también hay un problema de contenido. Aunque todavía nadie conoce las sorpresas que nos dará el nuevo texto, la consulta indígena nos mostró algunas. Ahí supimos que “el Estado” llegó a acuerdos con los dirigentes, según consigna la página web del MDS.
También sabemos, como informó La Tercera, que el gobierno ofreció reservar un 10% de los escaños en el Congreso a los pueblos indígenas. Todo esto admite muchas preguntas.
¿Por qué se rompe con la vieja regla democrática de una persona un voto? ¿Por qué optar por una representación étnica y no una ideológica como ha sido la tradición en Chile? ¿Por qué el gobierno intenta comprometer al “Estado”?
Y la pregunta más obvia es si el representante que alguien eligió para negociar acuerdos con los pueblos indígenas es el adecuado: el ministro Barraza, lo sabe bien el subsecretario Aleuy, no tiene problemas en enemistarse incluso con su propia coalición para ganarse el favor de algunos dirigentes.