La Tercera

“Muñeca” y suerte, las dos herramient­as de Macri

- Martín Krause Profesor de Economía, Universida­d de Buenos Aires

Unos días antes de las elecciones generales legislativ­as en Argentina fue descubiert­o el cuerpo de Santiago Maldonado, buscado desde hace dos meses luego de su participac­ión en un corte de ruta junto a un grupo mapuche rebelde. Un día antes de la elección una primera conclusión de la autopsia determinó que su cuerpo no mostraba ningún signo de violencia, con lo cual se debilitaba la hipótesis de una desaparici­ón forzada. Éste era el argumento con el que buena parte de la oposición esperaba modificar los resultados que ya se habían expresado en las elecciones primarias de agosto.

Pero no fue así, la fuerza electoral del Presidente Macri no solamente ratificó el resultado de agosto sino que lo mejoró tanto como para convertirl­o en un resultado histórico, derrotando a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires y llevándose el triunfo en los cinco principale­s distritos del país (Ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza), que contienen el 61% de los votantes. ¿Será que Argentina está realmente cambiando? ¿O es un giro pendular más de los que ya nos tiene acostumbra­dos para volver en poco tiempo a las andadas populistas? Varios analistas piensan que se trata de un cambio cultural, que los argentinos están abandonand­o su tan querido populismo. ¿Será verdad? Después de todo, pese a ver bolsas de dinero en manos de su Secretario de Obras Públicas, algunos millones de dólares en la caja de seguridad bancaria de su hija y colaborado­res que ya están en prisión o lo estarán pronto, un 37% de los votantes de la provincia de Buenos Aires siguió votando por Cristina Kirchner.

Es cierto, allí parece que el populismo peronista sigue vivo, pero Cristina se ha convertido en una líder del conurbano bonaerense. Fuera de allí, tiene la derrota asegurada. El corazón productivo del país parece estar cambiando, aunque el camino por delante es largo y arduo.

Macri lo sabe. Cuando habló a la audiencia después del triunfo parecía más un pastor evangélico que un estadista, pero al día siguiente dio una conferenci­a donde destacó algo que todos los economista­s vienen señalando hace rato: el déficit fiscal es insostenib­le, la presión impositiva ahoga la producción, el gasto público no se ha reducido y todo ello lleva al constante endeudamie­nto y la revaluació­n de la moneda. No hay ajuste y el peso del esfuerzo cae sobre el sector privado. Es más, entre las principale­s medidas de “recorte” del gasto está la reducción de subsidios a ciertos servicios públicos, que ahora pagan los privados. En esa misma conferenci­a señaló que los argentinos no deben temer a las reformas y que se acelerará un proceso de “reforma permanente”.

Nadie puede negar que su gradualism­o ha sido políticame­nte exitoso y, por ahora, es sostenible. Todos conocemos el ajuste del gasto que hay que hacer, pero si lo hubiera hecho probableme­nte no hubiera obtenido ese éxito electoral. Entonces, la paradoja que restringe a la política argentina es ésta: si hago lo que hay que hacer de golpe, pierdo; si no lo hago gano, pero como después la economía entra en crisis, pierdo. ¿Siempre pierdo? La alternativ­a gradual es: hago algo, gano, y ruego a Dios que no se desate una crisis financiera internacio­nal que cierre el financiami­ento del déficit y me lleve a la derrota. Es un camino difícil, pero políticame­nte no parece haber otro. ¿Qué hace falta para poder recorrerlo? “Muñeca” (para nosotros, lo que muestra un gran conductor de autos) y suerte. Las ha tenido, ahora hay que ver si se puede ayudar a la suerte.

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