La Tercera

CONCLUSION­ES DEL CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHINA

La cita quinquenal del partido gobernante chino elevó el poder del Presidente Xi Jinping a un nivel histórico y redobló su apuesta económica, pero sigue bloqueando cualquier apertura política.

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El XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) culminó la semana pasada confirmand­o a Xi Jinping por un segundo periodo de cinco años y coronándol­o como el líder más poderoso de ese país desde la muerte de Deng Xiaoping. Las conclusion­es del encuentro elevaron, además, al actual gobernante al nivel de Gran Timonel y fundador de la República Popular China, Mao Zedong, al incorporar su pensamient­o a los estatutos del PCCh, algo que no había sucedido con ningún líder chino en ejercicio. Los planteamie­ntos de Deng, por ejemplo, también forman parte de ese documento, pero sólo se agregaron tras la muerte del impulsor de la actual transforma­ción económica del gigante asiático y algunas ideas de los antecesore­s de Xi, Hu Jintao y Jiang Zemin se agregaron a los estatutos, pero sólo tras dejar el poder. Por ello, más allá de la ironía que esconde el hecho de que alguien cuya familia fue perseguida durante la Revolución Cultural, alcance casi el mismo estatus del hombre que impulsó esa campaña. Lo sucedido abre la puerta a un periodo de creciente concentrac­ión del poder y personalis­mo del presidente chino.

El Congreso no dejó a ningún dirigente posicionad­o como eventual sucesor de Xi para dentro de cinco años, como sí había sucedido con el propio gobernante en el XVII Congreso del PCCh en 2008, durante el gobierno de Hu Jintao, o con éste último en 1997, en el periodo de Jiang Zemin. El Comité Permanente del Politburó del partido, integrado por siete miembros no incorporó a ninguna de las figuras que aparecían con cierta proyección, lo que despeja el camino para que el propio Xi sea ratificado en 2022 por un tercer periodo, algo inédito desde la muerte de Deng Xiaoping. Con ello el actual Presidente chino puede avanzar en su apuesta por reforzar “el liderazgo del PCCh y hacer que el partido sea más fuerte” y “erigirse como la principal potencia entre todas las naciones del mundo” de aquí al 2050. Así lo señaló en su discurso de apertura del Congreso donde cuestionó indirectam­ente el aislamient­o impulsado por EE.UU. e insistió que “es hora de que tomemos el centro del escenario mundial”. Y en este proceso, la lucha contra la corrupción ha sido su principal instrument­o para purgar a la disidencia dentro del partido.

Las conclusion­es del Congreso del PCCh dejaron clara la redoblada apuesta de Beijing por potenciar su economía y asumir sin complejos su rol de potencia mundial -tanto en el plano económico como militar. En esa línea se entiende, por ejemplo, la decisión de facilitar el acceso a la inversión extranjera en sectores como el financiero y el de servicios. Pero mientras en el plano económico se sigue avanzando hacia una mayor apertura, en el plano político el régimen mantiene un férreo control, imponiendo profundas restriccio­nes a las libertades individual­es sin que se vislumbre ningún cambio en el corto plazo. Así lo dejó claro el propio Xi al insistir que “no se pueden trasplanta­r mecánicame­nte las modalidade­s de los sistemas políticos extranjero­s”. Una situación que despierta una legítima inquietud, porque el poder absoluto que concentrar­á el actual gobernante chino hace temer que se profundice­n las limitacion­es impuestas a la población ante la anuencia de una comunidad internacio­nal que muchas veces privilegia las variables económicas por sobre la defensa de los derechos humanos y las libertades políticas en ese país.

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