Faltos de humor
HOY ES COMO PARA MORIRSE DE SOPOR. PIÑERA DEJÓ DE HABLAR COMO LOS JERARCAS DE LA DICTADURA. RECOMIENDO
LA SÁTIRA POLÍTICA EN CHILE , PARA LEVANTAR EL ÁNIMO.
Según Armando Uribe estamos enfermos de ponderación en Chile, aunque también podría decirse de estridencias, reivindicaciones, “derechos”, y resentimientos cobra cuentas; lo que es las indignaciones están a la orden del día, y de seguir así nos vamos a convencer que somos el país que proyectamos: grave, correcto, sin chispa, aburridísimo, difícil de tragar. Problemas nunca nos han faltado, pero ni en los peores momentos hemos dejado de tener humor. Joaquín Edwards Bello alude a cierta veta incluso inmisericorde hacia nosotros mismos en situaciones amargas: “Somos el pueblo que más ríe y que remuele con más bríos en la América de habla castellana o portuguesa. Nos reímos de nosotros mismos. No nos concedemos importancia. Nos burlamos de todo… El 21 de mayo, encarando la muerte, Condell tomó un trago, y dijo: -All right. Esta mezcla de burla y tragedia es muy chilena. Ayer me saludaban en la calle: -¿Cómo te ha ido con los temblores?” A Chesterton, quien dijera alguna vez que la mejor prueba de una buena religión es que se la pueda tomar para la broma, le habría gustado ese Chile.
Si hasta en dictadura los opositores dejaban a un lado sus lamentaciones y miraban el asunto “con filosofía”. Les bastaba escuchar a los jerarcas del régimen y sonreían; al almirante Merino siempre (“si la oposición piensa que las medidas no son buenas, entonces son requetebuenas”, “somos seres incomprendidos por el resto de los terrestres”), aunque también a Lucía Hiriart (“Si yo fuera la jefa de gobierno, sería mucho más dura que mi marido y tendría en Estado de Sitio a Chile entero”), el general Gordon de la CNI (“La seguridad nacional es como el amor; nunca lo suficiente”), y Pinochet (“Aquí el único que se podría sublevar sería yo”, “Soy chileno y conozco nuestra idiosincrasia, que no permite que alguien se perpetúe en el poder”). La oposición publicaba libritos con estas perlas y apelaba al humor del chileno.
Habría que remontarse al siglo XVIII para encontrarse con algo semejante, por ejemplo Fontenelle, secretario perpetuo de la Académie des Sciences quien, según Kenneth Clark, se felicitaba por no haber nunca perdido su talante. ¿Se había reído alguna vez?, le preguntaron. “No, nunca he hecho ja ja”, respondió. Pero sí se sonreía como Voltaire.
Hoy día es como para morirse de sopor. Piñera ha dejado de hablar como los jerarcas de la dictadura (sus “piñericosas”) con que solía compensar algo su acartonada personalidad. Guillier ha desaprovechado su potencial bonachón. Marco Enríquez no está a la altura de lo que puede. Los otros, ni hablar. Las redes sociales y blogueros son irreproducibles. Recomiendo, por tanto, el libro de Ricardo Donoso, La sátira política en Chile, y con similar título el de Moisés Hasson con excelentes ilustraciones que acaba de salir. Para levantar el ánimo.