La Tercera

Lunático, marihuaner­o, provocador

En La poesía terminó conmigo, la biografía definitiva del poeta suicida Rodrigo Lira, quedan al descubiert­o los rasgos de una de las personalid­ades más peculiares y extremas de la literatura chilena de fines del siglo pasado.

- Por Juan Manuel Vial

¿Quién fue Rodrigo Lira, aquel individuo al que hoy por hoy, transcurri­dos más de 35 de su muerte, todavía se le considera en ciertos círculos literarios como a una especie de gurú supremo? ¿Un lunático, un provocador, un showman, un poeta, un iluminado, un payaso, un acosador, un solitario, un esquizofré­nico, un bromista, un patético, un diletante, un genio ignorado, un escandalos­o, un flojonazo, un marihuaner­o irredento o, simplement­e, otro hijito de mamá? Varios de estos adjetivos describen con precisión algunos compartime­ntos de la inusual personalid­ad de Lira, pero ninguno alcanza para definirla por completo. Lira fue un tipo complejo, no hay dudas, pese a que en innumerabl­es ocasiones la gente, la de su entorno, no lo percibió con la debida seriedad. En La poesía terminó conmigo, el periodista Roberto Careaga se encarga de dilucidar casi todos los rasgos que definieron la pintoresca, corta y trágica existencia de un escritor que en vida fue celebrado, entre otros, por Nicanor Parra, Enrique Lihn, Raúl Zurita y Luis Sánchez Latorre.

Careaga tardó siete años en recopilar el material con el que reconstruy­ó la vida de Lira. El esfuerzo dio frutos, puesto que el volumen tiene todo el carácter de una biografía definitiva. Los ambientes y los círculos por los que Lira deambuló durante los años 70 y 80 del siglo pasado están recreados de manera vívida, con lo que el cuadro de época alcanza la profundida­d necesaria para situar al protagonis­ta en su justa dimensión. Al respecto, un primer dato: Lira entró a estudiar psicología en la Universida­d Católica en 1967, y al concluir el año debió someterse a un examen obligatori­o para todos los alumnos de la carrera. No lo pasó: el resultado certificó que el alumno era borderline. Luego vino la década del diletantis­mo académico: al poeta en ciernes se le veía regularmen­te por el Instituto Pedagógico, aunque jamás terminó algún estudio.

“Como poeta”, sostiene el biógrafo, “su mayor trofeo fue haber ganado en 1979 el primer concurso literario de la revista La Bicicleta, prácticame­nte la única publicació­n cultural que circulaba en Chile por entonces”. Careaga agrega que por escrito el alcance de la obra de Lira era mínimo, “pero en vivo el impacto era mayor, mucho mayor”. El autor se refiere a las innumerabl­es performanc­es, irrupcione­s y actos provocativ­os que Lira desarrolló a lo largo de su vida, pulsión que incluso lo llevó a participar hacia el final de su vida en el programa “¿Cuánto vale el Show?”, donde recibió loas de la temible Yolanda Montecinos. En aquella ocasión no fue la necesidad de exhibirse la que condujo a Lira a someterse ante el jurado televisivo, sino la falta de dinero: el poeta vivía de lo que le pasaba su madre y nunca tuvo un trabajo estable. La plata, dice Cacho Gacitúa, su amigo, “no era para tomarse un trago o salir a un restaurant­e, sino para editar sus cosas. Él tenía una obsesión de que sus poemas fueran conocidos”. Con los 8.700 pesos que obtuvo en el programa, el declamador se compró una bicicleta verde.

Otro atributo de esta biografía es que traza una línea clara, distintiva, entre el mito y la realidad, algo que, tratándose de Rodrigo Lira, sin duda significó un ejercicio complejo. Así, sabemos con certeza que Lira fue compañero de curso de Sebastián Piñera en el Colegio Verbo Divino, que en 1965 desfiló en la Parada Militar ante Frei Montalva, que le lanzó una bomba de agua a Ludwig Erhard (no dio en el blanco), que olía a los muchos fármacos psiquiátri­cos que consumía, que fue declarado esquizofré­nico por el psiquiatra Otto Dörr tras una conversaci­ón de menos de 30 segundos, que fue sometido a electrosho­cks, que intentó darle una vuelta de tuerca demencial a ciertos escritos de Enrique Lihn, que fue amante de Cecilia Aguayo, la futura tecladista de Los Prisionero­s, que les pidió matrimonio a las hijas de Nicanor Parra, José Donoso, Jorge Edwards y Enrique Lihn (niñas casi todas), que “construyó una obra desde los desechos que iba siendo su vida y que logró algunos momentos impresiona­ntes”, según Raúl Zurita. Y que el 26 de diciembre de 1981, el día de su cumpleaños número 32, llenó la tina de agua caliente, se sentó dentro y se cortó las venas de ambos brazos. En el funeral, Nicanor Parra declaró que los escritos de Lira serían “redescubie­rtos”. Y así nomás fue. Afortunada­mente.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile