La Tercera

CLAVES TRAS RESULTADOS DE ENCUESTA CEP

El llamado a retomar el crecimient­o y la moderación no debe ser impediment­o para avanzar con rapidez en las reformas económicas que el país requiere.

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La encuesta reciente del CEP parece confirmar la pérdida de apoyo de proyectos de refundació­n del modelo económico y social chileno, y que éste se ha volcado hacia propuestas que permitan al país retomar su camino al desarrollo. Mejores pensiones de vejez, calidad de las prestacion­es en educación y salud, eficacia en el combate a la delincuenc­ia, son objetivos de importanci­a fundamenta­l. Pero parece claro que la población entiende que todos estos bienes se logran en mejor forma con una economía funcionand­o bien, generando recursos fiscales, empleo y mejores remuneraci­ones.

Este desafío doble, retomar el crecimient­o y atender fuertes demandas sociales, es complejo. Es bien conocido que volver a crecer supone, antes que nada, reformar nuestra legislació­n laboral, que con indemnizac­iones por despido mantiene una gran rigidez y segmentaci­ón del mercado laboral y, a través de las nuevas regulacion­es a la negociació­n colectiva, limita gravemente la capacidad de gestión eficiente de las empresas. También es claro que debe revertirse la tendencia, ya de años, al crecimient­o del peso del sector público en la economía, que conduce a endeudamie­nto público y restriccio­nes financiera­s que se agravan o a impuestos crecientes. Numerosos analistas han postulado que enfrentar estos problemas es urgente, pues un crecimient­o potencial tan bajo como el actual frustra muchas expectativ­as e induce conflictiv­idad política y malas decisiones que, en definitiva, reducirán aún más la capacidad de crecer.

Enfrentada­s a esta necesidad de ponderar crecimient­o y prestacion­es sociales, y dejando de lado aquellas propuestas programáti­cas derechamen­te “refundacio­nales”, las que buscan priorizar el crecimient­o apuntan al gradualism­o en materia de tributos a las empresas, con plazos largos para restablece­r incentivos adecuados para una economía pujante. Esto parece ignorar que menores impuestos a las empresas (sobre sus nuevas inversione­s) redistribu­yen ingresos en favor de los trabajador­es. Esta aparente paradoja ha sido por décadas una conclusión fundamenta­l de la ciencia económica, donde se postula que en una economía como la nuestra, expuesta a movilidad de capitales, el alza de impuestos a las empresas disminuye la inversión y eso hace caer los salarios de equilibrio. Con ocasión de la discusión de la Reforma Tributaria reciente, en estas mismas páginas se advertía sobre este efecto. Hoy, en Estados Unidos, los más destacados economista­s están insistiend­o en que la caída en remuneraci­ones de los trabajador­es, tras un alza de impuestos a las empresas, es superior al aumento de recaudació­n que genera ese impuesto.

Si los trabajador­es pagan la mayor recaudació­n que genera un alza de impuestos a las empresas, esta forma de financiami­ento fiscal no solo detiene el crecimient­o, sino que también deteriora la distribuci­ón de ingresos. Al revés, una pérdida de recaudació­n fiscal por reducir los impuestos a la inversión no solo moviliza la economía, sino que redistribu­ye en favor de trabajador­es. Algo que, mirando el efecto político de corto plazo de las medidas que se adoptan, debería ponerse en la ecuación antes de resolver cuán gradual debe ser la recuperaci­ón de la economía chilena.

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