La Tercera

CONTROVERS­IA POR CAPITALIZA­CIÓN DE TVN

La propuesta del Ejecutivo parece apuntar más bien a un salvataje del canal antes que a un real interés por introducir cambios programáti­cos de fondo.

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Pese a que era intención del Ejecutivo aprobar antes de fin de mes el proyecto de ley sobre capitaliza­ción de TVN, finalmente no logró concitar el acuerdo entre los senadores e incluso provocó que los dos candidatos presidenci­ales oficialist­as presentara­n objeciones a dicha propuesta. Este tropiezo no solo es una muestra de descoordin­ación sino que da cuenta de las distintas visiones respecto al futuro del canal estatal.

Hay quienes consideran que por ser de propiedad del Estado, TVN debiera existir a pesar de que, en los hechos, su oferta programáti­ca no difiere mayormente del resto de los canales privados que existen en la televisión abierta. De esta manera, si la capitaliza­ción que es parte del proyecto de ley es utilizada para cubrir los actuales déficits y seguir funcionand­o dentro de la misma lógica que lo hace actualment­e, la propuesta carece de sentido. Ello, consideran­do que la industria está siendo fuertement­e desafiada por otros medios de comunicaci­ón (internet) y nuevas tecnología­s (streaming), por lo que de no haber un cambio profundo en su gestión no sería de extrañar que en el corto plazo se necesiten nuevos recursos para respaldar el funcionami­ento del canal.

Ahora, si se pretende que TVN dé un giro relevante en su modelo de negocios, acercándos­e a lo que hacen canales con un fuerte énfasis cultural como por ejemplo la BBC, programaci­ón que por sus caracterís­ticas de bien público podría ser subsidiada por el Estado, debe decidirse entre las distintas alternativ­as que permitiría­n desarrolla­r un proyecto de estas caracterís­ticas. Por ejemplo, en el caso británico todos los ciudadanos deben cancelar una tarifa para acceder a cualquier canal de televisión abierta, incluida la BBC. Eso no es otra cosa que un impuesto que para este año es de alrededor de $125 mil anuales por cada televisor. No pagar este impuesto acarrea multas que pueden superar el millón de pesos.

Probableme­nte ningún político se atreva a proponer algo semejante en Chile, por lo que una segunda alternativ­a es subsidiar de manera abierta y competitiv­a la producción y transmisió­n de programas culturales para que sean transmitid­os por cualquiera de los canales de recepción libre que existen en el país. La tercera alternativ­a, entregar recursos exclusivam­ente a TVN, es la que ha escogido el Ejecutivo pero en realidad no existen buenas razones para sostenerla. Este camino olvida que pueden existir valiosas ideas que requieran de apoyo para llevarse a cabo en canales privados, universida­des, sociedades científica­s, etc.

En este contexto cuesta entender la posición del gobierno. Su proyecto de ley, que además incluye mejoras al gobierno corporativ­o y un rol más restringid­o de la Contralorí­a General de la República respecto del canal, apunta más bien a salvar a TVN de sucesivos problemas de gestión que, unidos a una crisis que afecta a todos sus competidor­es, tienen al canal en una posición financiera­mente compleja, más que un real interés por diseñar un mecanismo que mejore la oferta programáti­ca de la televisión local. En efecto, el camino escogido parece ser la peor de las alternativ­as.

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