KAST Y LOS CRISTIANOS
SEÑOR DIRECTOR
Recientemente, J. A. Kast realizó su “Compromiso con el pueblo Cristiano.” Éste iba dirigido a los evangélicos, pero como se permitió darle este nombre tan ambiguo, creo tener el derecho y el deber de responder, como cristiano.
Como el siniestro protagonista del Cuento del Anticristo de Soloviev, Kast le ofrece a los evangélicos la sociedad que desean, porque en muchos aspectos sus sueños reaccionarios se asemejan, y esta coincidencia parece suficiente para forjar alianza. Pero la de Kast no es propuesta religiosa, sino utopía teocrática, donde la autoridad de la Biblia galvaniza el orden político. Es el experimento fallido del Imperio Cristiano, que fracasó y fracasará de nuevo. Porque si Cristo es Dios, no es reductible a ningún modelo sociocultural.
El Cristianismo no se presentó en la historia como un molde de civilización completo, con instrucciones claras sobre cómo vivir, sino como anuncio luminoso que rechaza toda traducción simplista en sistema moral. Por eso, los cristianos – en sus mejores versiones– han podido vivir realmente sus propios tiempos, inmiscuyéndose en los dramas del momento histórico, y creando respuestas novedosas a los desafíos. Los intentos de las comunidades cristianas son santos justamente en cuanto son tentativas valientes, provisionales y autocríticas de reflejar su experiencia del amor divino. No existe paradigma político, social o cultural que tenga derecho a identificarse con el cristianismo. Respecto del comportamiento humano, Cristo propuso ideales, y no normas: su espíritu es dinámico, indeterminado y maximalista: “Ámense como yo los he amado”, dijo, y Él nos amo “hasta el extremo” (Jn 13: 34 y 1). Esta falsa “civilización cristiana” no es la vida en Cristo (vida plena, humilde, receptiva, orante; desprovista de orgullo; vida vertiginosa y abierta a la novedad de un Dios siempre presente), sino un ídolo nefasto, contra el que cada espíritu auténticamente religioso debe rebelarse.
Exequiel Monge Allen Centro Cultural la Cordada