La Tercera

Desafíos de la justicia criminal

EL GRAN DÉFICIT DE LA REFORMA PROCESAL PENAL ES CONTAR CON UN MODELO DE INVESTIGAC­IÓN PENAL ALTERNATIV­O QUE REEMPLACE LAS VIEJAS E INEFICIENT­ES PRÁCTICAS.

- Juan Enrique Vargas Profesor Universida­d Diego Portales

Sin dudas, la lección más importante de la reforma procesal penal es que cambios complejos no se logran con la aprobación de una ley, sino más bien se inician con ella. Por supuesto, un buen diseño normativo es clave y el esfuerzo político de aprobarlo no es para nada algo menor, pero infinitame­nte más complejo es implementa­rlo, lograr efectivame­nte concretar las transforma­ciones, evadiendo la vieja sentencia gatopardia­na de “que todo cambie para que todo siga igual”. E implementa­r es mucho más que echar a andar nuevas institucio­nes y contratar su personal, cuestión que al fin del día, con mayor o menor trabajo, no es una tarea tan compleja. Lo realmente difícil es cambiar la forma como las personas trabajan, alterar sus prácticas arraigadas para que hagan algo distinto.

Ese fue el objetivo de la reforma a nuestro sistema procesal penal, transforma­r la forma como operaba la justicia. que básicament­e consistía en ir acumulando papeles, siguiendo pasos preestable­cidos, con los cuales se formaba un expediente, el cual finalmente le servía al juez para tomar una decisión. El nuevo sistema sustituyó de manera radical esa manera de construir la decisión judicial, por otra basada en la litigación, en donde las partes aportan la prueba y la discuten en una audiencia oral, tomando el juez la informació­n más creíble que surge de dicho debate para arribar a su sentencia. Los principale­s logros de la reforma se encuentran en ese nivel, pues gracias a un mejor modelo de trabajo el sistema ganó en transparen­cia, rapidez y, sobre todo, en calidad.

Sin embargo, contrastan los éxitos obtenidos en esa etapa con los escasos avances logrados en la previa, aquella destinada a generar la informació­n necesaria para alimentar la decisión. El gran déficit de la reforma procesal penal, que tras 17 años aún no ha podido ser resuelto, es contar con un modelo de investigac­ión penal alternativ­o que reemplace las viejas e ineficient­es prácticas. Hoy en día el sistema funciona adecuadame­nte ante la delincuenc­ia flagrante, aquella en que la persona del imputado y la prueba están disponible­s desde el comienzo. También muestra buenos resultados ante la criminalid­ad de extrema gravedad, como los homicidios, donde el sistema de investigac­ión aplica sus mayores y mejores recursos y, por regla general, obtiene la informació­n necesaria para llevar a alguien a juicio. Pero el sistema falla frecuentem­ente en los restantes casos, donde tal como pudimos apreciar en el robo que afectó la semana recién pasada a un exfiscal, la policía no ha innovado sus métodos y los resultados que arroja su trabajo son muy deficitari­os.

Ello se debe a una cierta confusión sobre qué le correspond­e hacer a la policía y qué a los fiscales, que al final del día se traduce en que estos últimos terminan siendo públicamen­te responsabl­es por las ineficienc­ias de los primeros. Clarificar los roles, coordinar efectivame­nte el trabajo de unos y otros y, sobre todo, modernizar los métodos de trabajo policiales, son los principale­s desafíos que enfrenta el sistema de justicia penal en nuestro país.

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