La Tercera

GOBIERNO Y CAMBIOS A LA LEY ANTITERROR­ISTA

Sería preferible que el Ministerio del Interior concentrar­a sus esfuerzos en restablece­r el estado de derecho en La Araucanía antes que buscar introducir cambios que deberán ser tramitados bajo premura.

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En una extensa entrevista con este medio, el ministro del Interior abordó una serie de materias de la contingenc­ia, entre ellas lo relativo al asesinato del matrimonio Luchsinger Mackay, caso en el cual los 11 comuneros inculpados por la Fiscalía fueron liberados por el tribunal oral en lo penal de Temuco. Dicho fallo también desestimó el carácter terrorista de este crimen, todo lo cual abrió un fuerte debate sobre la eficacia del Estado para brindar seguridad y proporcion­ar justicia en La Araucanía.

Según informó el jefe de gabinete, el gobierno ya se encuentra trabajando en dos proyectos de ley, uno de los cuales se refiere a regular materias relativas a la prisión preventiva, mientras que el otro aborda la ley antiterror­ista, de modo que las conductas punibles allí descritas se trasladen al Código Penal, desapareci­endo como ley especial. A juicio del ministro, tal cambio se hace necesario debido a que la ley antiterror­ista tiene un origen que no es democrátic­o -lo que le restaría legitimida­d- y por aspectos técnicos y jurídicos a fin de facilitar su aplicación.

El momento que ha elegido la autoridad para emprender estas reformas -que por su naturaleza revisten especial complejida­d, y un cuidado análisis de sus alcances jurídicos- resulta especialme­nte inapropiad­o, y elude por esta vía hacerse cargo de los graves problemas de insegurida­d que siguen afectando a La Araucanía -los que se han incrementa­do en su escala y nivel de violencia, hasta ahora sin responsabl­es-, y que son de competenci­a directa del Ministerio del Interior.

Cuando restan apenas cinco meses para que concluya el gobierno, y en medio de un clima electoral que bien podría prolongars­e hasta mediados de diciembre en la medida que haya segunda vuelta, parece poco probable que en el Congreso exista un margen razonable para discutir estas iniciativa­s. La agenda legislativ­a, por lo demás, ya está completame­nte sobrecarga­da, y lo estará aún más pues el propio Ejecutivo ha señalado que también enviará el proyecto respectivo para iniciar los cambios hacia una nueva Constituci­ón.

Insistir en debatir cambios a la legislació­n antiterror­ista en este marco -con alto riesgo de que la discusión se utilice como herramient­a electoral- arriesga a que nuevamente se obtenga como resultado una legislació­n improvisad­a, técnicamen­te defectuosa y que obligue a introducir cambios en el futuro. De allí que lo aconsejabl­e es que si al gobierno le asiste la convicción de que este instrument­o debe ser modificado, reserve esa tarea a la siguiente administra­ción y legislatur­a. Cabe recordar que el propio gobierno nombró en 2014 una comisión asesora presidenci­al para estos efectos, sin que haya producido ningún resultado en todo este tiempo.

Por lo demás, el marcado sesgo ideológico con que la Nueva Mayoría ha abordado la legislació­n antiterror­ista, la ha hecho incurrir en contradicc­iones -como el hecho de que al inicio de este mandato se desestimar­a expresamen­te aplicarla en el caso de La Araucanía, para luego dar pie atrás-; recienteme­nte la Mandataria ha vuelto a reiterar que “siempre hemos estado en contra de la ley antiterror­ista”.

Frente a la impunidad y violencia que se vive en La Araucanía, el Ministerio del Interior debería abocar los esfuerzos de esta última etapa a redoblar la seguridad en esta zona y buscar la urgente restauraci­ón del estado de derecho.

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