La Tercera

DESISTIMIE­NTO DE CAUSA PENAL POR LUCRO

La investigac­ión de la Fiscalía alentó un error de diagnóstic­o que sirvió de base para la agenda “anti lucro” que el Ejecutivo impulsó en educación superior.

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La Fiscalía decidió archivar las causas por lucro que pesaban sobre distintas universida­des del país sin levantar cargos. Pese a que ello era esperable -ya que no existe la tipificaci­ón del lucro como delito-, los procesos se prolongaro­n durante cinco años, afectando la reputación de las universida­des cuestionad­as y fue el contexto bajo el cual se cuajó la agenda de reformas educativas del gobierno que hoy se discuten en el Congreso.

Dada la forma en cómo se desarrolló la educación superior privada en nuestro país, en donde las universida­des creadas a comienzos de los años ‘80 se financiaba­n únicamente con recursos privados, con la incertidum­bre de un sistema que recién comenzaba y agravado por el hecho de que en Chile existe una escasa tradición filantrópi­ca –fuente de enormes recursos para planteles universita­rios en otras latitudes-, el sistema se organizó de modo que la banca pudiera tener ciertas garantías. Así, por ejemplo, financiar a empresas inmobiliar­ias y de servicios en lugar de institucio­nes sin historia alguna, cuyo riesgo era mayor, tenía sentido. Bajo este esquema, la universida­d mantenía el requisito de ser una institució­n sin fines de lucro y pagaba un arriendo a una empresa inmobiliar­ia que, naturalmen­te, buscaba un rédito. Una figura como la descrita es perfectame­nte coherente con el marco legal. Por ello no sorprende que, en más de 35 años, ninguna institució­n universita­ria ni sus propietari­os hayan sido llevados a la justicia o sancionado­s por este tipo de situacione­s.

Por cierto, lo anterior no implica que pudo ha- ber eventuales abusos a través de empresas relacionad­as, buscando extraer excedentes de los proyectos universita­rios vía contratos cuyos precios no correspond­ían a los que prevalecen en el mercado. Sin embargo, de haber existido casos, ellos parecen haber sido excepcione­s y no la regla general como líderes estudianti­les y políticos han querido instalar. Esa errada percepción ha sido la base de la agenda “anti lucro” que el gobierno ha llevado al Congreso y que ha hecho más compleja la reforma a la educación superior, que no logra consensos y que hará más difícil el funcionami­ento de los planteles, sin que se aprecien mayores beneficios. Dicha agenda también ha tenido consecuenc­ias en la educación escolar. La obligación de constituir­se como corporacio­nes sin fines de lucro –requisito que como informó este medio un 40% de los establecim­ientos aún no cumple, pese a que el plazo expira a fines del presente año- y forzar a la compra de la infraestru­ctura -lo que ha desviado la atención de los sostenedor­es a temas administra­tivos por sobre la calidad de la enseñanza- son ejemplos de aquello.

En definitiva, y tal como lo demuestran los resultados de las diligencia­s judiciales, el gobierno partió de un diagnóstic­o errado para proponer su agenda regulatori­a en el sector educaciona­l. Será tarea de la próxima administra­ción reordenar prioridade­s de modo de mantener la flexibilid­ad y autonomía que requieren las institucio­nes educativas y, al mismo tiempo, promover que los recursos vayan en beneficio de la calidad de la educación que reciben los estudiante­s.

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