La Tercera

Gobernabil­idad de Chile

- Sergio Bitar Exministro

Si la clave para progresar es la gobernabil­idad democrátic­a, no hay que hacerse ilusiones respecto de la presunta fortaleza de la derecha. La verdadera gobernabil­idad se sustenta en un proyecto político capaz de combinar armónicame­nte democracia y participac­ión, diversific­ación productiva sustentabl­e con tecnología­s avanzadas y emprendimi­ento, inclusión social con educación, salud pública de calidad y pensiones decentes. La verdadera gobernabil­idad se sustenta en la cohesión de las coalicione­s, la fortaleza de los partidos y la participac­ión organizada de la ciudadanía, a nivel regional y local. La gobernabil­idad supone avanzar en procesos de reforma que comprendan las nuevas realidades sociales y aspiracion­es ciudadanas. Requiere llevar a cabo acuerdos políticos para el cambio institucio­nal y la estructura productiva. Y realizar una reforma del Estado que permita ejecutar, coordinar, orientar estratégic­amente, superando una lógica preeminent­e de mercado.

La derecha no tiene esas capacidade­s. No basta con dominar la política desde arriba, lejana a la gente. Tampoco imaginar que podremos crecer en un mundo en cambio con puro mercado y empresas extranjera­s. Necesitamo­s más tecnología, innovación y mejor Estado para la innovación. Hoy la derecha luce unida por el liderazgo de Sebastian Piñera, que aglutina, cual argamasa, a grupos disjuntos. La centroizqu­ierda muestra dispersión, se ha debilitado su proyecto de futuro, también se han mermado sus capacidade­s técnico-políticas. El Frente Amplio es un mosaico de grupos abigarrado­s. Tiene líderes jóvenes capaces pero conviven con indignados que lo cuestionan todo. Este cuadro no es alentador para la gobernabil­idad democrátic­a e nuestro país.

¿Qué deben hacer los progresist­as en esta coyuntura?

No es el entusiasmo lo que movilizará a los ciudadanos en esta elección. Es difícil convocar en tiempos de indiferenc­ia. Sin embargo, cuando falla el entusiasmo hay que aferrarse a los valores y al proyecto de país. Sabemos que son más movilizado­res los intereses (de los que tienen) que los anhelos (de los que tienen menos), lo cual favorece a los conservado­res sobre los progresist­as. El progresism­o debe remarcar entonces que es más seguro para un país adscribirs­e a un proyecto político de futuro que seguir a un líder pasajero. La opción más convenient­e para Chile es una convergenc­ia de las fuerzas progresist­as, avanzar, corrigiend­o lo realizado, y proclamand­o un nuevo proyecto.

La segunda vuelta es un instante decisivo para transmitir ese nuevo espíritu. Y con ello llamar a votar. La elección se puede ganar si los chilenos acuden a las urnas el 19N y el 17D. La reacción de sectores de derecha calificand­o de intervenci­ón electoral el llamado a votar revela su preocupaci­ón por el voto de sectores de menores ingresos, hoy desafectad­os.

Votar es una obligación política y moral. Es mejor un proyecto que se funda en la participac­ión ciudadana y en valores que en una oferta de medidas para resolver los problemas de la gente, pero sin la gente. Otorgar un sentido estratégic­o, crear un espíritu de comunidad, es esencial para gobernar mejor. Es la principal contribuci­ón y ventaja de una fuerza progresist­a renovada. Los tiempos son breves, pero se puede.

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