Gobernabilidad de Chile
Si la clave para progresar es la gobernabilidad democrática, no hay que hacerse ilusiones respecto de la presunta fortaleza de la derecha. La verdadera gobernabilidad se sustenta en un proyecto político capaz de combinar armónicamente democracia y participación, diversificación productiva sustentable con tecnologías avanzadas y emprendimiento, inclusión social con educación, salud pública de calidad y pensiones decentes. La verdadera gobernabilidad se sustenta en la cohesión de las coaliciones, la fortaleza de los partidos y la participación organizada de la ciudadanía, a nivel regional y local. La gobernabilidad supone avanzar en procesos de reforma que comprendan las nuevas realidades sociales y aspiraciones ciudadanas. Requiere llevar a cabo acuerdos políticos para el cambio institucional y la estructura productiva. Y realizar una reforma del Estado que permita ejecutar, coordinar, orientar estratégicamente, superando una lógica preeminente de mercado.
La derecha no tiene esas capacidades. No basta con dominar la política desde arriba, lejana a la gente. Tampoco imaginar que podremos crecer en un mundo en cambio con puro mercado y empresas extranjeras. Necesitamos más tecnología, innovación y mejor Estado para la innovación. Hoy la derecha luce unida por el liderazgo de Sebastian Piñera, que aglutina, cual argamasa, a grupos disjuntos. La centroizquierda muestra dispersión, se ha debilitado su proyecto de futuro, también se han mermado sus capacidades técnico-políticas. El Frente Amplio es un mosaico de grupos abigarrados. Tiene líderes jóvenes capaces pero conviven con indignados que lo cuestionan todo. Este cuadro no es alentador para la gobernabilidad democrática e nuestro país.
¿Qué deben hacer los progresistas en esta coyuntura?
No es el entusiasmo lo que movilizará a los ciudadanos en esta elección. Es difícil convocar en tiempos de indiferencia. Sin embargo, cuando falla el entusiasmo hay que aferrarse a los valores y al proyecto de país. Sabemos que son más movilizadores los intereses (de los que tienen) que los anhelos (de los que tienen menos), lo cual favorece a los conservadores sobre los progresistas. El progresismo debe remarcar entonces que es más seguro para un país adscribirse a un proyecto político de futuro que seguir a un líder pasajero. La opción más conveniente para Chile es una convergencia de las fuerzas progresistas, avanzar, corrigiendo lo realizado, y proclamando un nuevo proyecto.
La segunda vuelta es un instante decisivo para transmitir ese nuevo espíritu. Y con ello llamar a votar. La elección se puede ganar si los chilenos acuden a las urnas el 19N y el 17D. La reacción de sectores de derecha calificando de intervención electoral el llamado a votar revela su preocupación por el voto de sectores de menores ingresos, hoy desafectados.
Votar es una obligación política y moral. Es mejor un proyecto que se funda en la participación ciudadana y en valores que en una oferta de medidas para resolver los problemas de la gente, pero sin la gente. Otorgar un sentido estratégico, crear un espíritu de comunidad, es esencial para gobernar mejor. Es la principal contribución y ventaja de una fuerza progresista renovada. Los tiempos son breves, pero se puede.