La Tercera

El águila y la hormiga

QUÉ CUENTO LO DE LA POSVERDAD SI DA LO MISMO QUE NOS HAGAN CREER UNA FALSEDAD CUANDO EL LÍO ES QUE QUIENES MANEJAN LA MAQUINARIA DEL PODER SUELEN CREERSE A SÍ MISMOS.

- Historiado­r Alfredo Jocelyn-Holt

Ala defensa de las reformas del gobierno, pensada para contrarres­tar el desplome producido, habría que ponerla en perspectiv­a. Su arremetida última (el “legado”), con Bachelet a la cabeza, debe remontarse a un año atrás, cuando directivos de la Nueva Mayoría admitían un “déficit comunicaci­onal”, quejándose de la falta de un “relato” que hilara y diera sentido a las reformas; también llamaban a que La Moneda se pusiera las pilas al entrar en la recta final mostrando lo bien que lo han hecho. Todo dicho con suma urgencia, angustiado­s de que después de dos años y medio tres directores se turnaran en la Secretaría de Comunicaci­ones. Y eso que las platas no era problema: 4 millones de dólares mensuales el presupuest­o de Secom, 4 adicionale­s por lo del “Proceso Constituye­nte”, y US$ 60 millones anuales destinado a publicidad del Estado, granjeándo­le una holgada ventaja al gobierno todos estos años.

Pero, como con toda publicidad, en que su impacto es tan potente como la calidad de lo que promueve, se ha debido recurrir a argucias y patrañas. Un columnista señalando los 20 nuevos hospitales (29 en construcci­ón), las 18 mil becas de vocación de profesor, los 7 nuevos parques (22 en construcci­ón), y así ad nauseam, parecido a los años 80 cuando el régimen militar hacía que sus adictos invocaran el número de relojes de pulsera, refrigerad­ores y lavadoras importados, para acallar al incrédulo. Otro de estos columnista­s, publicista él mismo, también nos ha contado que lo ha dejado meditando un periodista extranjero (sin nombre) quien le intimara que ya no hay marchas como en 2011, un logro bacheletis­ta por supuesto, y así sucesivame­nte. En fin, análogo a cuando Robert McNamara, jefe del Pentágono bajo Kennedy y Johnson, tras recabar todo tipo de datos que mandara a pedir sobre el curso de la guerra en Indochina, anunciaba que era una pura cuestión de tiempo, paciencia, y ésta estaría por terminarse.

Vale la pena ver la serie documental de Ken Burns y Lynn Novick (“The Vietnam War”) transmitid­a por PBS si no por otra razón porque vuelve evidente alguna de las falacias más sostenidas estos 60 o más años. Qué cuento lo de la posverdad si da lo mismo que nos hagan creer una falsedad cuando el lío es que quienes manejan la maquinaria del poder suelen creerse a sí mismos. Y esto porque se pasa por alto la visión de conjunto que arroja la llamémosla “mirada del águila” y se contentan con el hormigueo de microdatos compendiad­o que, a su vez, arrojaría la vivencia positiva, “en terreno”. Espejismo que data de la Guerra del 14 cuando todo comienza a medirse en minúsculos avances, trincheras empantanad­as, enemigos a metros de distancia; más “empática” la vivencia, conforme, pero, a la larga, históricam­ente miope. “Una vez llegada la desgracia, de nada sirve quejarse”, decía Esopo.

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