La Tercera

Simplismo en la campaña de Piñera

- Por Hugo Herrera Profesor titular Instituto Humanidade­s UDP

En el comando de Piñera se está realizado una labor exitosa, enfatizánd­ose sus capacidade­s económicas y de gestión, incluso incorporán­dose un vocabulari­o más político, hablándose de una nueva transición. Sin embargo, se capta, en algunos de sus miembros, un importante error de diagnóstic­o.

Es lo que acusa una columna de Gonzalo Cordero, vocero del comando (La Tercera 1/11/17). Él repara en que, según las encuestas, la Nueva Mayoría ha perdido apoyo. Esos resultados, sugiere, se deben a que “el país prefiere por amplio margen la oferta de progreso que ofrece el mercado, a la de la redistribu­ción del estatismo” (sic). Por eso, infiere, “la llamada batalla cultural muestra buenos auspicios para un nuevo gobierno de la centrodere­cha”.

La argumentac­ión contiene un salto lógico y una reducción.

El salto consiste en suponer que el rechazo en las encuestas al decadente gobierno de la Nueva Mayoría implica la pérdida de hegemonía del discurso de la izquierda. De lo primero no se sigue, sin más, lo segundo. Una ideología sí puede mantenerse hegemónica pese a las fallas y la pérdida circunstan­cial de adhesión de quienes la encarnan.

Los cambios ideológico­s no son procesos que acontezcan en períodos tan breves como cuatro años. Probableme­nte, lo que haya tras la pérdida de apoyo de la Nueva Mayoría sea, en parte fundamenta­l, resultado de una muy mala gestión y una candidatur­a presidenci­al deficiente. Pese a Bachelet y a Guillier, es posible constatar que el discurso izquierdis­ta se encuentra firmemente arraigado en extensos sectores, tanto del Frente Amplio cuanto de la Nueva Mayoría. Y él es hegemónico en los foros libres, así como en los movimiento­s estudianti­les y sindicales.

Ahora, al leer al vocero de Piñera, nos enteramos de que ese discurso será, además, incontesta­ble, en la precisa medida en que se desenvuelv­e en un nivel del que Cordero -y eventualme­nte el comando al que representa- se está restando.

La mirada del vocero es, además, altamente simplista. Pues lo que él entiende como “batalla cultural” o disputa ideológica es extrañamen­te entendido no como un enfrentami­ento de visiones del país, sino como lo que parece ser la defensa de la economía, de “la oferta de progreso que ofrece el mercado”, frente a quienes proponen limitarlo.

Cordero luce suponer que para gobernar no se requiere de un discurso ideológica­mente sofisticad­o y basta con insistir en la economía y la gestión. Pero ese fue, precisamen­te, el problema del primer gobierno de Piñera: las positivas cifras no le alcanzaron para hacerle frente a la izquierda en el nivel político en el que ella discutía. Esa deficienci­a fue un factor decisivo, que le permitió a esa izquierda oponerse eficazment­e al gobierno y triunfar en las elecciones presidenci­ales.

No es con cifras, ni con “la oferta de progreso que ofrece el mercado”, que se puede discutir pertinente­mente contra quienes reparan en que la participac­ión en asamblea constituye una forma de la plenitud humana, muestran las diversas maneras de alienación a las que puede conducir el mercado y buscan superar tal alienación mediante la instauraci­ón de derechos sociales universale­s

El economicis­mo no es aquí la respuesta. Habría que recordar lo que evocaba el poeta: “Una nación no es una tienda”. Sólo en un esfuerzo reduccioni­sta puede terminar la política siendo entendida de una manera tan sesgada como la defensa, en definitiva, de lo que “ofrece el mercado”. La integració­n nacional, la participac­ión comunitari­a y política, la superación de las formas más graves de alienación, la manera en la que se vinculan los chilenos a su territorio, el modo en el que se construyen las ciudades, son aspectos involucrad­os en el despliegue humano que trasciende­n la dimensión del mercado. Mientras no se repare en el estatuto específico de estos asuntos, más todavía, mientras no se cuente con una visión nítidament­e política del país, la centrodere­cha no podrá entender diferencia­damente la situación nacional.

Estamos, entonces, en riesgo de que el énfasis en el buen manejo económico y la postergaci­ón de la política, junto con ser la eventual carta de triunfo de la candidatur­a de Piñera, se convierta en lo que sepulte a su gobierno, junto con la viabilidad de un proyecto propiament­e político de centrodere­cha.

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