Héctor Noguera, palabras mayores
Interpretar un monólogo requiere de experiencia y temple, no se trata de memorizar un relato, sino de hacer fluir el texto en forma orgánica. Sólo los años sobre las tablas permiten enfrentar una apuesta en soledad, sin apoyo alguno. Héctor Noguera es un virtuoso en estos desafíos tras sus deslumbrantes versiones unipersonales de La vida es sueño, de Calderón de la Barca; Ejecutor 14, de Adel Hakim; De las consecuencias de mucho leer, basada en Don Quijote, de Cervantes o El contrabajo, de Patrick Süskind.
A su lista de monólogos se suma
El epicedio. Teléfono en mano, Noguera habla durante 50 minutos con un amigo, también escritor, enfermo en cama. En la conversación narra el funeral de otro autor, mediocre, pero más exitoso y reconocido. Le cuenta sobre la cantidad de asistentes, autoridades políticas y coronas de flores recibidas y la cobertura necrológica en los medios de comunicación. Tras el apoteósico funeral, se siente poco apreciado y comienza a planificar el velorio de su amigo -y el propiopara convertirse en celebridad después de muerto.
El inteligente monólogo, interpretado con la sensibilidad característica de Noguera, reflexiona con una naturalidad conmovedora y humor negro sobre el miedo a la muerte, la vejez, la envidia y las heridas en el ego del artista. Noguera hace carne el relato, lo alimenta con destreza y da vida a imágenes potentes en el imaginario del espectador. Es una obra estática, de texto y la acción es casi nula, pero sutiles posturas corporales y matices dubitativos en su voz susurrante no la vuelven monótona. Como en
Ejecutor 14 o El contrabajo, la escenografía es mínima y el único decorado es una austera alfombra, una silla, una mesa y un teléfono.
El autor de El epicedio -poema en que se alaba a un muerto- es Iakovos Kambanellis, padre del teatro griego contemporáneo. Fallecido a los 89 años en 2011, una particularidad de su obra es el uso de múltiples voces para observar las injusticias y horrores de la sociedad contemporánea, a menudo con inesperados y descarnados giros irónicos y míticos.
En 1942, el dramaturgo, novelista y poeta fue arrestado después de intentar escapar de la Grecia ocupada por los nazis y fue enviado a Mauthausen, campo de concentración en Austria, donde pasó el resto de la Segunda Guerra Mundial y del que sobrevivió de milagro. De regreso en su país, escribió La cantata
de Mauthausen, musicalizada por Mikis Theodorakis. En 1973, durante la dictadura militar griega, sus irreverentes textos lograron escapar de la censura, rompieron todos los récords de taquilla y convirtieron a Kambanellis en un símbolo de la resistencia.
En El epicedio, otra de sus vueltas de tuerca sobre la muerte, cada palabra poéticamente escrita por Kambanellis cobra sentido gracias a la maestría, sencillez y autenticidad de Héctor Noguera, quien al final de la función se acerca al público a saludar y conversar.