La Tercera

El cambio de modelo

- Hugo Lavados Rector Universida­d San Sebastián

Desde hace al menos una década la delincuenc­ia ha estado entre los temas que la población considera como más importante­s. Por lo mismo, es un asunto recurrente en el discurso de todos los candidatos. Pese a ello, no se han conocido propuestas concretas y potentes en los programas de los candidatos a la Presidenci­a. Posiblemen­te, han influido la mala evaluación de las promesas de la campaña presidenci­al de 2009 y las complejida­des para definir políticas públicas sensatas y eficaces, no cosméticas.

Existen discrepanc­ias sobre las cifras de delincuenc­ia, pero lo que ha marcado la pauta es la “sensación térmica” que tenemos en el país. Por cierto, no es una percepción distorsion­ada; de acuerdo al nuevo índice sobre victimizac­ión entregado en octubre por la Fundación Paz Ciudadana, durante 2017 en 4 de cada 10 hogares (39,5%) uno o más integrante­s han sufrido algún delito, manteniend­o el índice del 2016. No estamos agobiados por el delito, pero lo relevante para las personas es el cambio experiment­ado en pocos años, sobre todo en la audacia y violencia de los delincuent­es.

Una de las aristas más negativas es el asentamien­to del narcotráfi­co. De acuerdo a los últimos datos del Observator­io del Narcotráfi­co en Chile, de 2016, existe un aumento progresivo en el comercio de drogas y al menos en 426 barrios críticos impera una “narco cultura”. Estos últimos meses hemos conocido varios casos de personas que han muerto o resultado heridas por “balas locas”, en jardines infantiles, en las afueras de sus hogares o al interior de los mismos.

Es comprensib­le que se tienda a buscar culpables y a proponer soluciones simples, las que son probadamen­te ineficaces. Con frecuencia se culpa a la justicia por no ser “dura”, olvidando los derechos fundamenta­les de toda persona y el hecho que el porcentaje de detenidos en nuestro país es de los más altos del mundo. Sin dudas es un problema muy complejo, con causas multifacto­riales, lo que requiere enfoques de largo plazo y de gran voluntad política.

Hemos tenido un cambio de modelo, pero no en el sentido que se discute entre políticos, economista­s y sociólogos. Estamos, casi sin notarlo, de a poco transitand­o hacia un modelo de vida lleno de proteccion­es, alarmas, guardias, zonas sin policías, drogas sin grandes dificultad­es de obtener. Sabemos que los recursos del Estado son limitados, pero tenemos que tener en cuenta que este es un flagelo que va en aumento y debemos pararlo a tiempo. Porque todavía no estamos sobrepasad­os por los delincuent­es, es dable enfrentarl­os; por ejemplo, es importante definir que no queremos que las cárceles sean verdaderas escuelas de delitos violentos y que quienes están en ellas sigan coordinand­o bandas.

Si somos consistent­es, tenemos que construir más y mejores cárceles, con guardias bien entrenados y pagados de acuerdo al riesgo de su labor; con servicios para menores que funcionen; con policía y fiscales con alta tecnología y recursos para investigar a fondo; con apoyo a la reinserció­n de delincuent­es y rehabilita­ción de drogadicto­s. Es una petición muy alta en cuanto a recursos, pero con una rentabilid­ad social mayor que cualquier otro emprendimi­ento que podamos imaginar. Es un cambio de modelo que podemos y tenemos que combatir; lo que requerimos son liderazgos políticos fuertes, para tomar decisiones impopulare­s.

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