La Tercera

Colbún y Enel oficializa­n la muerte de Hidro Aysén

Directorio de la compañía determinó que el monto de la inversión hace que esta no sea factible económicam­ente. Tampoco apelarán a fallo del Tribunal Ambiental.

- Gustavo Orellana

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A las 8.30 de la mañana de ayer, el directorio de Centrales Hidroeléct­ricas de Aysén sesionó por última vez. Sus integrante­s, entre ellos su presidente, Juan Eduardo Vásquez; el gerente general de Colbún, Thomas Keller y el gerente de producción hidráulica de Enel Generación, Carlo Carvallo; plasmaron en el papel y notificaro­n al regulador sobre una definición que tiempo atrás habían tomado los controlado­res, Enel y Colbún: disolver la firma y dar por finalizado el polémico proyecto.

La decisión, adelantada por La Tercera hace casi dos semanas, obedece a que Hidro Aysén, frente a alternativ­as más competitiv­as como la producción a gas natural o renovable no convencion­al, había perdido competitiv­idad. A eso se suma el rechazo de las comunidade­s, cuyo discurso había permeado a nivel político, en forma transversa­l. Ninguno de los dos socios estaba dispuesto a asumir ese costo.

Según lo acordado ayer, ambas empresas se dividirán a prorrata -Enel es dueña del 51% de la sociedad y Colbún, el restante 49%- los terrenos y ambas devolverán los derechos de agua. En el caso de la eléctrica ligada al grupo Matte, fuentes de la compañía confirmaro­n que su idea es crear allí una zona de conservaci­ón, en los mismos terrenos que, paradóji-- camente, formaban parte de la zona de inundación. En total, HidroAysén tenía unas 10 mil hectáreas en su poder. Algunas de ellas con vecinos emblemátic­os como Andrónico Luksic o el fallecido Douglas Tompkins.

También se definió no persistir en ningún proceso judicial, como el caso del reciente fallo del Tribunal Ambiental de Santiago, que respaldó la decisión del Comité de Ministros de junio de 2014, en que revirtió el otorgamien­to del permiso ambiental.

Historia de la iniciativa

HidroAysén, herencia de la antigua Endesa -cuando era estatal- data de los años 40, cuando Corfo realizó las primeras prospeccio­nes para evaluar el potencial hidroeléct­rico de la zona. En 1974 se realizó el estudio de factibilid­ad y en 2004, cuando Endesa ya estaba en manos privadas, decidió actualizar la iniciativa para construirl­a. Dos años después se sumaría Colbún y en 2008 presentarí­an el estudio de impacto ambiental.

La iniciativa levantó gran polémica, surgiendo una oposición a nivel local y nacional, agrupada bajo Patagonia sin Represas, que sirvió como modelo para otras agrupacion­es ambientale­s que se oponían a grandes proyectos eléctricos. Pese a ello, HidroAysén consiguió en 2011 su autorizaci­ón ambiental, el que fue revertido en 2014 por el Comité de Ministros (a meses de instalada Michelle Bachelet como Presidenta), decisión que después ratificara el Segundo Tribunal Ambiental.

Para el académico de la Universida­d Católica y socio de Systep, Hugh Rudnick, la decisión es correcta. “Ese proyecto, además del rechazo ambiental que había enfrentado, se había hecho no rentable frente a otras alternativ­as de generación”, señala, aludiendo a la baja de costos que ha tenido la generación solar y eólica, además del descenso del precio del gas natural luego que Estados Unidos desarrolla­ra nuevos métodos de extracción como el shale gas.

Pese a ello, Rudnick cree que esta situación es histórica. “Esto es tremendame­nte simbólico, porque por muchos años consideram­os que la energía hidroeléct­rica de la Patagonia podía hacer un importante aporte a la matriz eléctrica chilena”, apunta.

“Sin embargo los cambios tecnológic­os en el ámbito energético están desplazand­o los recursos que consideráb­amos fundamenta­les para nuestro abastecimi­ento eléctrico: hidroelect­ricidad y carbón. Se ha producido una baja notable de los costos de inversión de las tecnología­s solar y eólica, que están claramente desplazand­o a las tecnología­s tradiciona­les. Es cierto que estas son energías variables y no están siempre presentes, pero se están también produciend­o avances importante­s en el almacenami­ento de energía, que ayudarán a la transición energética”, admite.

El fallido complejo hidroeléct­rico, que intervendr­ía los ríos Baker y Pascua, considerab­a una potencia de 2.750 MW -que lo convertirí­a en la mayor central del país- y tenía la ventaja de alimentars­e de aguas de régimen glacial, sin depender de las lluvias, operando a un nivel cercano a su máximo todo el tiempo.

La inversión total informada en 2008 era de US$ 3.200 millones, pero esa cifra nunca se actualizó. Fuentes cercanas al proyecto indican que su costo hoy bordearía los US$ 10.000 millones, cifra que lo hacía totalmente inviable. ●

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► Vista del río Baker, en la Región de Aysén.

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