La Tercera

¿Vendrán tiempos mejores?

- Jorge Burgos Abogado

La respuesta a la interrogan­te del título, no es de aquellas de fácil despacho, pues la afirmación o negación depende de muchos factores, algunos que escapan a nuestra capacidad individual o colectiva, y sus causas determinan­tes están constituid­as por elementos que surgen de decisiones de terceros respecto de los cuales poco o nada podemos hacer. Sin embargo, hay variables que sí pasan por nuestra decisión para contribuir a que la calidad de los tiempos que vengan para la nación sean mejores. Y ello se concreta mañana domingo en el simple, pero trascenden­te momento de votar. Convocados a sufragar, quienes aceptan esa convocator­ia, tenemos en nuestra mano dar o no dar la posibilida­d de que el porvenir sea mejor.

Por cierto, optar por un candidato que añora y ofrece refundar lo construido por más de dos siglos, y parece tener como espejo Cuba o Corea del Norte, nada bueno podrá esperarse. Apostar a un nostálgico de Pinochet, y que parece considerar los actos violatorio­s de los Derechos Humanos, más bien como actos inevitable­s, y por ende aceptables, nada muy halagüeño de un futuro mejor puede presumirse. Qué decir de quien admira el proceso chavista, o de él que sin equipos, salvo su voluntad personal, y entusiasmo, convertido ya en un clásico de las elecciones presidenci­ales, pretende llegar al sillón presidenci­al.

¿Qué valdrá más? ¿El esfuerzo, optar por mantener la matriz de la Nueva Mayoría en una oferta corrida bien a la izquierda, o preferir una alternativ­a que encuentra aún insuficien­te aquello y propone a partir de una Asamblea Constituye­nte que, desde cero, diseñe una estructura jurídica, de derechos, deberes y contrapeso­s de poder? O por aquella alternativ­a que, más allá del eslogan, indica que el país está en el suelo y requiere de una cirugía mayor, sobre la base de una receta ya conocida de resultados a lo menos muy opinables.

Creo, sinceramen­te, que la mejor de las opciones en competenci­a es aquella que encarna la cotidiana construcci­ón de una sociedad, que fue capaz en estas casi tres décadas de pasar de un PIB per cápita de US$ 5.839 (1990) a uno de US$ 24.588 (2017), y en el mismo período de un PIB de 33.158 millones de dólares a uno de 263.206 millones de dolares. En que la esperanza de vida al nacer pasó de 73,4 años, a casi 80. En que las personas en situación de pobreza eran un 38,6 por ciento en 1990, y hoy son un 11,7 por ciento (cifra aún dramática). La persistenc­ia en ese derrotero parece ser la mejor opción, los datos objetivos lo acreditan, los tiempos mejores no caen del cielo, se construyen con buenas políticas y buenos políticos.

Permítanme citar un párrafo del muy buen libro que recienteme­nte publicó el columnista de este diario Sergio Muñoz Riveros, que a mi juicio reseña de muy exacta manera el desafío que tenemos que afrontar mañana: “Chile progresará si define políticas viables y duraderas, y eso exige el respaldo de mayorías amplias. Necesitamo­s cuidar lo que hemos construido porque allí están los cimientos para abordar las nuevas tareas: reducir la desigualda­d, lograr una prosperida­d compartida, hacer retroceder las injusticia­s, construir una sociedad más inclusiva, perfeccion­ar las institucio­nes”.

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