La Tercera

IMPUESTOS Y COMPETITIV­IDAD DEL PAÍS

Es imprescind­ible que en la discusión programáti­ca se refuerce la importanci­a de que el país cuente con una estructura tributaria que incentive la inversión.

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17 OPINIÓN

La discusión sobre qué esquema tributario es el que garantiza mejores niveles de recaudació­n, sin sacrificar la inversión y el crecimient­o, seguirá latente en nuestro país. Hace pocos días, en entrevista con este medio, el exdirector del Servicio de Impuestos Internos (SII) y uno de los ideólogos de la reforma tributaria que aplicó este gobierno, Michel Jorrat, cuestionó duramente la propuesta del programa de Chile Vamos, que busca volver al sistema totalmente integrado.

En opinión del experto tributario, la propuesta programáti­ca parte de “supuestos que son erróneos” ya que a su juicio Chile no se contaría entre las economías con los impuestos corporativ­os más altos de la OCDE. Según Jorrat, debido a que en la mayoría de los otros países existe un sistema desintegra­do -que separa de la tributació­n los impuestos pagados por las empresas del adicional que pagan los accionista­s al momento de retirar dividendos- éstos no serían comparable­s con el esquema semi integrado que actualment­e tiene nuestro país. Además, agregó que el suponer que “bajar los impuestos lleve a impulsar la economía como nunca es falso.”

Los argumentos del exdirector (SII), así como de otros especialis­tas que también han sustentado esta visión, son cuestionab­les, tanto por la evidencia empírica como por la simple observació­n. Los inversioni­stas consideran una serie de variables al momento de escoger el destino de sus inversione­s: estabilida­d política y económica, costos y preparació­n del capital humano, costos de electricid­ad (sobre todo en proyectos de inversión productivo­s), infraestru­ctura, conectivid­ad y, como es evidente, la variable impositiva es parte relevante de la ecuación. Además, para inversione­s de largo plazo –como las que son comunes en nuestro país-, la eventual diferencia entre el esquema integrado y desintegra­do tiende a desaparece­r, ya que la reinversió­n de utilidades es proporcion­almente alta. Esto último hace muy incidente en cualquiera de los dos casos, la tasa de impuesto corporativ­o.

Lamentable­mente nuestro país ha perdido progresiva­mente competitiv­idad en materia de atracción de inversione­s. Salvo en materia de costos de electricid­ad -ya que ha mejorado paulatinam­ente la oferta y se han reducido en el margen los altos precios de la energía-, en varias otras dimensione­s hemos retrocedid­o. Y ciertament­e los impuestos corporativ­os es una de ellas. En la última década hemos aumentado la tasa de impuestos corporativ­os en 10 puntos en la última década, mientras 18 de los 34 países de la OCDE han ido en el sentido inverso. No es casual que en el ranking de competitiv­idad del World Economic Forum las variables “regulacion­es impositiva­s” y “tasas de impuestos” sean el cuarto y el quinto factor, respectiva­mente, más problemáti­co para hacer negocios en Chile.

Nuestra economía, alejada de los grandes centros de consumo mundial, situada en una región difícil, con altos costos de energía, baja capacitaci­ón de la mano de obra y con creciente incerteza jurídica para impulsar proyectos, no puede darse el lujo de cobrar impuestos corporativ­os más altos que el promedio de la OCDE. Un sistema totalmente integrado no solo simplifica la gestión tributaria, sino además genera incentivos adicionale­s a la inversión.

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