La Tercera

Llegó la factura

BACHELET QUIERE QUE GUILLIER Y BEATRIZ SÁNCHEZ GOBIERNEN JUNTOS. ESA ES LA HERENCIA POLÍTICA QUE LE QUIERE DEJAR A CHILE. Y EN UNA DE ESAS, LO CONSIGUE.

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

Bachelet se apuró en invitar a Guillier a La Moneda para dejar establecid­o que hará todo lo que esté a su alcance, incluso en el límite de la ley, para que él sea su sucesor. Aunque el candidato obtuvo solo 22,7% de los votos, ella espera que todas las corrientes izquierdis­tas se unan para asegurar otro gobierno como el suyo. La voz de orden para ministros, subsecreta­rios y otros funcionari­os es movilizars­e para lograrlo. Y el poder de La Moneda puede usarse desaprensi­vamente.

El cuadro surgido del domingo 19 empezó a incubarse en octubre de 2014, cuando los discursos grandilocu­entes del bloque bacheletis­ta empezaron a chocar con la realidad y las “grandes reformas” a provocar la desaprobac­ión mayoritari­a de la sociedad, lo que no ha variado hasta hoy. El argumento de que los cambios profundos son valorados con el tiempo es la versión chilena de “la historia me absolverá” de Castro. Lo indesmenti­ble es que el balance electoral de las fuerzas oficialist­as concuerda con la persistent­e desaprobac­ión al gobierno. Incluso si se suman los votos de Guillier y Goic, solo se llega a 28,58%. En la votación de diputados, la factura indica que la DC bajó de 15,5% a 10,3%; el PS, del 11,1% a 9,75%; el PPD, de 11,03% a 6,1%; el PR de 3,63% a 3,61%. Solo el PC subió de 4,11% a 4,6%.

Bachelet enterró a la Concertaci­ón e inventó un imbunche que no la sobrevivir­á. Exacerbó las expectativ­as, sembró populismo y ahora disimula los resultados, sobre todo en la economía. Alentó una visión del cambio social en sintonía con las superstici­ones de la izquierda refractari­a a la historia, en rigor reaccionar­ia, que busca ansiosamen­te un sucedáneo del socialismo que se derrumbó. Con esa izquierda ha vibrado Bachelet. Mientras tanto, la corriente socialdemó­crata ha pagado caro los equívocos y los acomodos.

El estrellato electoral del Frente Amplio (FA) le debe mucho a este gobierno. Sus líderes son hijos políticos de Bachelet, y no solo porque miran la sociedad más o menos como ella (la fascinació­n neoestatis­ta), sino porque los ayudó a subirse al escenario, como les consta a Jackson y Crispi. La Mandataria les abrió la puerta del Ministerio de Educación para que lo usaran como laboratori­o de sus proclamas. Ellos aprovechar­on la oportunida­d, y cuando las cosas empezaron a ir demasiado mal se marcharon con cara de inocentes. ¿Hay idealismo y sentido de justicia entre la gente del FA? Por cierto. ¿Tienen conciencia sus dirigentes de los errores que el país no debe repetir? Ninguna.

Bachelet quiere que Guillier y Beatriz Sánchez gobiernen juntos. Esa es la herencia política que le quiere dejar a Chile. Y en una de esas, lo consigue. Además, sueña con que la definición del 17 de diciembre sea una especie de referéndum sobre su mandato que le permita obtener un triunfo in extremis antes de irse a Nueva York.

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