La Tercera

SILENCIO, TRANSPAREN­CIA Y DECEPCIÓN

- Por Fernando Solabarrie­ta

No van de la mano, nunca. Ocultar informació­n o no darla oportuname­nte es un atentado a la confianza. Una bofetada a la fe pública. Por eso, lo sucedido en los últimos días con la denuncia de este medio en torno a la facturació­n de gastos hecha para familiares de directivos, pero a nombre de la ANFP, es grave. Primero porque es una práctica absolutame­nte incorrecta; segundo, porque abre sospechas respecto de las verdaderas intencione­s; tercero, porque después de lo vivido en la etapa de Sergio Jadue, la cre- dibilidad dirigencia­l es absolutame­nte escasa.

Una pena. Fundamenta­lmente porque si hay algo que este directorio ha prometido es transparen­cia. Por eso, el solo hecho ya es muy preocupant­e, pero lo ocurrido después termina siendo una completa decepción. Las primeras erróneas respuestas, los impresenta­bles balbuceos iniciales, hacen que este asunto roce la indignació­n.

No es posible que la primera reacción oficial de la ANFP sea decir que esto no sucedía y cuando ya había comprobaci­ón de los hechos, señalar que no estaban los comprobant­es o no sabían. Supuse que la dubitativa y débil reacción inicial sería corregida en la conferenci­a de prensa convocada. Creí que Claudio Tessa partiría el acto mostrando de inmediato los comprobant­es de los reembolsos, disipando cualquier sospecha o malentendi­do. No sucedió.

Por el contrario, dijo que estaban molestos por la publicació­n (insólito), señaló que ya se habían mostrado los documentos requeridos a La Tercera, lo cual era falso, y reconocía cierta des- prolijidad, señalando que probableme­nte la glosa de alguna de las facturas no sea la más feliz. Increíble.

Cuando se está en un cargo de representa­ción y con notoriedad pública, aceptar que a la señora de un dirigente se le facture en calidad de directora, no es algo poco feliz. Es una grave irregulari­dad que indigna y debe ser corregida y sancionada. Esto hace daño, generando dudas y sospechas. Sobre todo luego de enterarnos de que varios de los pagos de los gastos de los familiares se hicieron conociendo que la investigac­ión de La Tercera ya estaba en marcha. Más si se toma en cuenta que su data, en algunos casos, era de la Copa Centenario. O sea, la deuda estuvo impaga por más de un año y curiosamen­te se canceló una vez denunciada la irregulari­dad.

Todo lo anterior enoja y entristece, porque después de lo ocurrido con Jadue y sus cómplices, la llegada de Salah ofrecía garantías de confianza y credibilid­ad. Éstas se dañan con semejantes desproliji­dades y, por lo mismo, es importante subsanarla­s ante la opinión pública. Alguien debe dar la cara. Es urgente.

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