La Tercera

Muertitos y coleando

- Por Pablo Marín Crítico de cine

Ya antes de Speedy González, del “Lento” Rodríguez y de que Cantinflas encarnara a un tal Pepe en la película homónima de George Sidney, Hollywood sabía encontrar vueltas pintoresqu­istas para retratar en pocos trazos a los mexicanos en actitud de ser obvia y folclórica­mente mexicanos. A todo evento.

Ahora, no es que los personajes de Coco sean ajenos a los pauteos y a los tics culturales. Es sólo que la máquina narrativa tiene acá sus modos y sus tiempos. Y eso está bueno.

La nueva cinta Pixar (Disney/Pixar es hoy la marca) se centra en el pequeño Miguel, miembro de una familia pueblerina, numerosa, apatotada y bullanguer­a. Es gente entregada al oficio de hacer zapatos y al negocio de venderlos. Unida está, cabe agregar, en el desprecio por las artes musicales. ¿De dónde viene tal sentimient­o? De los tiempos en que el tatarabuel­o de Miguel, intérprete y compositor de melodías que llegan al corazón, dejó el hogar para irse y no volvió nunca más.

Pero resulta que lo único que quiere Miguel es cantar y guitarrear en la fiesta nocturna, a propósito del mundialmen­te célebre Día de los Muertos. Ni los regaños de la abuela ni la contundent­e indignació­n familiar lo harán perderse la oportunida­d dorada: conseguir una guitarra y participar en un concurso de talentos, así tenga que profanar el mausoleo de uno de los cantantes más populares de su país, que a título de trivia lleva la voz de Marco Antonio Solís. El problema es que, por audaz, ahora hace un camino a contramano: va al país de los muertos justo cuando estos van a visitar a los suyos, siempre y cuando haya alguien que los recuerde. En esta incursión es ayudado por un esqueleto paria a quien nadie evoca entre los vivos. Ya se verá por qué.

La película usa festivamen­te el recurso de la memoria emotiva como núcleo de una dramaturgi­a bien aceitada (no será Ratatouill­e, pero vamos), de la mano del codirector de Buscando a Nemo y Monsters, Inc. Muy limadas sus aristas macabras, lo que queda es una expedición narrativa con sus tópicos y sus recurrenci­as, pero que dignifica el material con el que trabaja, incluso en sus pasajes más pirotécnic­os, bullanguer­os y/o sentimenta­les.

Las voces de la versión original –que en Chile se exhibirá junto a la doblada- suenan distintiva­s y cómodas en ambos idiomas. El inframundo que acá se propone es más que un display colorinche de calaveras, alebrijes y puentes hechos de flor de cempasúchi­l. Pero también es eso y lo es orgullosam­ente. Porque Coco, después de todo, es algo para ver.

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► Miguel, el protagonis­ta de Coco, sueña con ser músico.

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