La Tercera

El K-Pop da el salto definitivo

A veinte años de su explosión, el pop surcoreano logró entrar en el mercado estadounid­ense. El triunfo del grupo BTS en los American Music Awards, hace una semana, es la última señal de un fenómeno ya conocido en Chile que desde un comienzo se propuso com

- Por Andrés del Real

Rostros expectante­s, celulares encendidos y gritos adolescent­es hubo la noche del domingo pasado en el teatro Microsoft de Los Angeles, durante el debut de BTS en los American Music Awards. La presentaci­ón del grupo surcoreano, la primera de un artista de su país en una premiación televisada en Estados Unidos, había sido ampliament­e comentada en los días previos al evento por una intrigada prensa de espectácul­os norteameri­cana. Pero desde que los siete integrante­s de la banda bajaron del escenario, luego de una avasallado­ra performanc­e de baile, efectos audiovisua­les y letras incomprens­ibles para la mayoría de la audiencia, el hito se volvió materia de análisis en redes socia- les y medios especializ­ados durante toda la semana siguiente.

Lo ocurrido siete días atrás es, a todas luces, un paso histórico para el K-Pop, el género musical surgido hace dos décadas en Corea del Sur a imagen y semejanza de las boybands y girlbands anglo de la época. Porque si bien el alcance del movimiento se ha expandido en los últimos años a otras latitudes, incluyendo un singular culto en Chile, lo de BTS parece haber marcado el inicio de su conquista definitiva del mercado norteameri­cano, uno de los principale­s objetivos de los cerebros detrás de una industria que importó -y, a su modo de ver, perfeccion­óel modelo de factoría pop bajo el que nacieron fenómenos como Backstreet Boys y Spice Girls.

Ha sido un proceso lento y trabajoso, cuyos primeros frutos se han visto de manera más clara este 2017. En mayo, los mismos BTS lograron el primer premio Billboard para una banda de este tipo, mientras que meses después se estrenó en Nueva York un musical titulado, justamente, K-POP, con la historia de dos bandas de jóvenes coreanos que entrenan intensamen­te para alcanzar la fama.

El montaje, que debutó con entradas agotadas, no sólo llevó a las tablas los elementos propios del género, donde confluyen diversos estilos de música occidental -como R&B, hip hop y electrónic­a- y un especial cuidado en las visuales, vestimenta­s y aquellas coreografí­as que adolescent­es chilenos replican en el GAM y el Parque San Borja. Además, consiguió retratar las claves del modelo de pop coreano, una industria fuertement­e anclada a la televisión, que transmite en varios países el disciplina­do y sistemátic­o régimen de entrenamie­nto de sus artistas.

“Eso lleva a que las fans se sientan parte de sus logros, de su esfuerzo y sus éxitos”, dice, desde Seúl, Gonzalo García, director ejecutivo de Noix Produccion­es, firma que desde 2012 organiza la mayoría de los conciertos de K-Pop en Chile. El productor, que en los últimos años ha traído a Santiago a bandas como Seventeen, Monsta X y BTS -quienes en enero agotaron dos shows en el Movistar Arena-, conoce de cerca la forma de trabajo de una industria que recluta a sus artistas desde muy jóvenes para inculcarle­s disciplina de trabajo y los valores de la conservado­ra sociedad surcoreana. “No pueden beber alcohol, por ejemplo. Han habido casos de artistas destituido­s de sus grupos por comportami­entos que en alguien como Justin Bieber serían completame­nte normales”, añade.

La fábrica de canciones

La génesis del K-Pop moderno, y su sistema de grandes agencias y audiciones para fichar potenciale­s ídolos, se remonta a 1997, cuando el empresario coreano Lee SooMan volvió a su país dispuesto a replicar la fórmula que imperaba mientras estudiaba en Estados Unidos. Así nacieron el quinteto masculino H.O.T. y el trío femenino S.E.S. La crisis asiática obligó a la industria del entretenim­iento de ese país a abaratar costos y a empezar a crear sus propios productos, del que además de música surgieron telenovela­s, películas y cómics. De pronto, Corea del Sur comenzaba a colonizar el resto de Asia con su imaginario.

Según detalla John Seabrook en su libro La fábrica de canciones una muy completa investigac­ión sobre la música pop de las últimas décadas-, compañías como SM Entertainm­ent (de Lee Soo-Man) crearon incluso manuales con todos los pasos necesarios para conseguir el despegue internacio­nal de sus grupos: desde qué compositor­es o progresion­es de acordes utilizar en una canción para determinad­o país, hasta el tipo de delineado de ojos que debe usar un artista en cada show.

Si bien, de acuerdo a un reporte de la BBC, este modelo deja US$2 mil millones anuales a la economía surcoreana por venta de discos, giras y merchandis­ing, hasta hace no mucho su alcance estaba restringid­o al mercado asiático, Medio Oriente y rarezas como el caso chileno. El empujón necesario para su expansión a Occidente llegó en 2013, cuando el cantante de Seúl, Psy, lanzó Gangnam style, en su momento el videoclip más visto en la historia de Youtube y, paradójica­mente, una sátira a la estética K-Pop.

Así lo cree Seabrook, quien es cauto con la profundida­d que el género puede alcanzar en el mercado anglo, al menos hasta que uno de sus éxitos llegue al Top Ten de Billboard (la mejor marca la alcanzó BTS con el puesto 67, hace un mes). “El K-Pop se ha vuelto más popular, pero la ausencia del inglés en sus canciones y su propuesta totalmente manufactur­ada son cosas que el público todavía ve como ajenas. El hip hop supera al K-Pop en popularida­d, porque mientras el primero representa la autenticid­ad, el segundo se basa en vender una imagen irreal”, dice el autor.

Jeff Benjamin, cronista de K-Pop para Billboard, no duda que “estamos presencian­do un salto en la popularida­d del género en Estados Unidos”, ya que desde 2013 “las reproducci­ones de sus videos se han duplicado, con mejores ventas de discos y un incremento en las giras”. Aun así, coincide en que la vía para consolidar­se es con un hit, como Despacito, “que este año ayudó a allanar el camino para otros artistas latinos en Estados Unidos, donde todavía no ha habido un popstar asiático”.b

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El grupo coreano BTS durante su reciente presentaci­ón en los American Music Awards.

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