La Tercera

¿Un nuevo Chile?

EL FA AFIRMA QUE SU AVANCE REPRESENTA­RÍA UN NUEVO CHILE, AL DE UNAS CAPAS MEDIAS, QUE EXIGIRÍAN CIERTAS GARANTÍAS. LO CURIOSO ES QUE EN 2010 LE HABRÍAN DADO EL VOTO A PIÑERA.

- María de los Ángeles Fernández Cientista política

El fallo de las encuestas en la primera vuelta presidenci­al incorpora a Chile, junto con el Brexit, Colombia y las elecciones que le dieron el triunfo a Trump, en el conjunto de casos que vienen mostrando sus limitacion­es. Se ha señalado que el problema sería la fórmula para identifica­r el votante probable. Al parecer, el asunto va más allá de correccion­es técnicas. Beatriz Sánchez, candidata del Frente Amplio, las ha acusado de imposibili­tar su paso a la segunda vuelta. Y es que el problema está, como ha planteado en este mismo espacio Eugenio Guzmán, “en las expectativ­as que se generan a partir de la reputación que se les asigna”. Por ello, cabe preguntars­e ¿en qué minuto llegaron las encuestas a tener tanto poder? Si bien se trata un fenómeno mundial, su ascenso específico en Chile corre paralelo al deterioro de la investigac­ión en las universida­des, al declive relativo de la labor de los centros de pensamient­o, al cometido poco ambicioso asignado al INE, a la crítica a una tecnocraci­a que derivó en el auge de la G-90 y a la duda que el cálculo de la pobreza sembró en las estadístic­as oficiales. Su influencia es solo comparable al protagonis­mo que se le asigna a los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), convertido en la atalaya desde la que se monitorean los cambios de la sociedad chilena.

Ello nos remite a la pregunta por la informació­n como sustento de las decisiones políticas. Las sucesivas oleadas de modernizac­ión del Estado no han brindado, a este punto, su necesaria atención. En el reciente informe del Centro de Estudios Públicos (CEP) titulado “Un Estado para la ciudadanía” se aborda parcialmen­te el tema. Junto con la propuesta de crear una Dirección de Gobierno Digital y Tratamient­o de la Informació­n, se presentan los desafíos de la gobernanza de datos desde uno de sus aspectos: mejorar la gestión de la informació­n al interior del Estado. Como contrapart­ida, una experienci­a a mirar, aunque más volcada hacia afuera, es la del Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS), de España. Autónomo, aunque dependient­e del Ministerio de la Presidenci­a y para las Administra­ciones Territoria­les, su fin es el estudio científico de las sociedad española. Desde 2009, difunde gratuitame­nte los archivos de microdatos de sus encuestas, habiendo realizado unas 2.200 hasta la fecha.

Mientras tanto, desde el Frente Amplio se afirma que su avance representa­ría a un nuevo Chile, al de unas capas medias distintas (”hijos de la modernizac­ión” les llaman ahora) que, más que individuac­ión extrema, exigirían algunas garantías. Cuando ganó Piñera en 2010, se dijo que esas mismas clases medias, recogidas en la figura de “Andrea, la vendedora de isapre”, anhelarían igualdad de oportunida­des más que de resultados. ¿Cómo cambios tan radicales en menos de una década?

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