La Tercera

Rescate de una campaña extraviada

AUNQUE EL DESEMBARCO DE OSSANDÓN EN LA CAMPAÑA DE PIÑERA INVOLUCRA RIESGOS, EL SENADOR NO SOLO TRAE VOTOS, SINO QUE OTRA MIRADA. UNA MÁS ANCLADA A LA REALIDAD.

- Juan Ignacio Brito Periodista

La obligada inyección de realismo que ha sufrido la campaña de Sebastián Piñera le hará bien a la derecha. El candidato ha debido hacer concesione­s impensadas para atraer el apoyo de Manuel José Ossandón, quien en pocos días pasó de némesis a salvador. Si Piñera gana, habrá adquirido una enorme deuda con el senador y se verá forzado a dar un giro programáti­co a su gobierno, incorporan­do un diagnóstic­o que ni el candidato ni el sector han sido capaces hasta ahora de asimilar, pero que Ossandón tiene claro hace rato.

La certeza del triunfo hizo que la candidatur­a de Piñera perdiera contacto con la realidad y con el electorado que debía encantar. Quizás el más serio de los errores de apreciació­n fue creer que era posible hacer en 2017 la misma campaña que en 2009. Como si nada hubiera pasado en Chile en los últimos años, el abanderado volvió a plagar su discurso de cifras (gráficos truculento­s incluidos) y promesas de crecimient­o económico. Repitió la cantinela de que nos situamos en el umbral del desarrollo y -otra vez- no pudo explicar satisfacto­riamente sus negocios. Sus colaborado­res tampoco ayudaron al insistir en que “el gobierno de Bachelet fue solo un paréntesis” y al viralizar un video donde el reformaliz­ado Pablo Longueira era protagonis­ta. Al final, la gran diferencia entre 2009 y 2017 fue que ahora surgió el corpóreo “Piñerín”.

Lo anterior ayuda a explicar por qué Piñera convenció apenas a un tercio de los votantes. El resultado deja de manifiesto que -como hemos venido sosteniend­o hace largo tiempo- Piñera no era el mejor candidato para los tiempos que corren. Ni él ni su entorno directo han mostrado condicione­s para interpreta­r adecuadame­nte lo sucedido en Chile en los últimos años, menos aún para representa­r el cambio de percepcion­es y prioridade­s que ha tenido lugar desde 2011.

La ayuda vino desde afuera. Súbitament­e, el comando y el candidato han tomado nota de que era Manuel José Ossandón, y no ellos, quien había hecho la lectura correcta de la realidad y de lo que se necesita hoy para ganar una elección. Así, paradojalm­ente, el perdedor de las primarias puede llegar a convertirs­e en uno de los grandes ganadores de la segunda vuelta.

Aunque su desembarco involucra riesgos, el senador no solo trae votos, sino, principalm­ente, otra mirada. Una más anclada en la realidad y menos en la ilusión; más práctica y menos soberbia; más política y menos económica; más centrada en la gente y sus necesidade­s que en las recetas de laboratori­o; más popular y menos elitista.

Puede que el tiempo no le alcance a Ossandón para conseguir los votos que necesita Piñera, pero su rehabilita­ción sugiere que nada debería volver a ser lo mismo para la derecha. Eso supone un paso adelante para un sector que no puede seguir anclado en la nostalgia noventera y debe, sin sacrificar su identidad esencial, ofrecer un relato acorde al Chile de hoy.

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