La Tercera

La invisible espera de los inmigrante­s

Mientras la mayoría de los chilenos descansa, cientos de extranjero­s enfrentan el frío y el sueño en plena calle de Santiago Centro para asegurarse un lugar en la fila de Extranjerí­a. Para algunos el trámite se alarga por más de doce horas.

- Por Sebastián Vedoya M.

Medianoche en el centro de Santiago. Las millones de personas que recorren el sector durante el día, dan paso a decenas de trabajador­es municipale­s encargados de la limpieza de las calles y el retiro de las toneladas de basura que genera la zona más concurrida de la capital. Según avanza la noche, el comercio establecid­o da paso al movimiento de linternas que advierten la apertura de los “night clubs”, mientras la prostituci­ón callejera se toma las esquinas en busca de atraer a los pocos transeúnte­s y conductore­s que aún circulan por el sector.

En medio de este escenario, la intersecci­ón de las calles San Antonio con Santo Domingo aparece como una excepción a la regla. Aquí ocurre un fenómeno distinto, marcado por el silencio de sus protagonis­tas.

En esta esquina se ubica el Departamen­to de Extranjerí­a y Migración (DEM). Pese a que sus puertas abren a las 8.30 de la mañana, cientos de personas se enfrentan a la incomodida­d del cemento y al frío de la noche con tal de obtener un lugar entre los dos mil extranjero­s que cada día llegan hasta esta oficina. Entre esta sede y la de calle Fanor Velasco se atienden a diario cerca de cuatro mil extranjero­s.

“Refugiados a la izquierda, todo el resto a la derecha”, sale a vociferar Alfredo Garrido (71), quien desde hace cinco años trabaja como nochero del servicio en San Antonio 580. Míriam Caro (54) y su marido Nelson Hernández (57) toman sus bolsos, levantan el cartón que usan para aislar el frío del suelo y se instalan en su nuevo lugar. Están sentados en la calle desde las 8 de la tarde. Las doce horas que permanecer­án allí les permitirá ser los primeros en ser atendidos en la fila de foráneos que solicitará­n refugio en el país. Los hechos de violencia que denuncian haber padecido en Colombia los obligaron a vender su negocio de elementos quirúrgico­s y emigrar. “El día que entraron a nuestra casa y nos pusieron una pistola en la cabeza, decidimos que lo mejor era salir del país”, explica Míriam, mientras abraza a Nelson como forma de capear temperatur­as a las que aún no se acostumbra­n.

Al mismo tiempo que va aumentando el frío lo hace el número de inmigrante­s. De los 28 que ocupaban la acera a la medianoche, a las 6 de la mañana ya son casi mil las personas que bordean la manzana entre calles Santo Domingo, 21 de Mayo y Catedral. Debido a la molestia de los locatarios, la fila se alterna de lugar. Un día por San Antonio, otro por Santo Domingo.

Arine Carrillo (43) llegó pasadas las 10 de la noche en compañía de un amigo, con quien se turnan la espera. Mientras uno hace la fila, el otro descansa en el auto. La ciudadana venezolana explica que decidió realizar el sacrificio luego de que le advirtiera­n que de llegar a las 5 o 6 de la mañana corría el riesgo de no alcanzar un número. “Sola no habría venido jamás”, reconoce luego de que uno de los tantos travestis que trabaja en el sector pasara a lanzar insultos xenófobos.

La necesidad de muchos se convierte en el beneficio de unos pocos. El comercio ambulante aprovecha y durante la noche son distintos los “carritos” de comida que llegan hasta el lugar. Sin embargo, lo más llamativo ocurre cerca de las 4.00, cuando un ciudadano peruano aparece con 40 sillas plásticas, las que arrienda a mil pesos cada una. Su “negocio” es un éxito.

A las 6.30 aún no amanece, pero las puertas de la galería que aloja al servicio se abren. Quienes dormían se levantan y guardan rápidament­e sus abrigos en las dos o tres mochilas que los acompañaro­n durante la madrugada. Los pocos guardias que se han sumado intentan mantener el orden y asegurar que se respete la ubicación. Pese a que un grupo de haitianos pretende romper el orden, los funcionari­os se imponen a los gritos. Entrar tiene cierto valor. Quienes alcanzan a ingresar al edificio cambiarán el pavimento por la cerámica, y un techo los resguardar­á del frío. Allí permanecen las dos últimas horas que aún restan hasta que lleguen los funcionari­os públicos. El acceso a baños es un premio para muchos de ellos.

Extranjerí­a

Según cifras de transparen­cia, el DEM cuenta con 157 funcionari­os -entre plantas, contratas y honorarios-, es decir, un promedio de un funcionari­o por cada 26 extranjero­s que llegan cada día hasta el servicio.

Según Gabriela Cabellos, jefa (s) del departamen­to, el 40% de las personas que llegan “podrían recibir respuesta a través de canales no presencial­es”, debido a que solo es necesario que acudan quienes recibirán permisos de residencia, acudan a multarse o solicitan la ampliación de la visa de turista. ●

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Miles de personas llegan cada noche para lograr un lugar entre las miles de personas que esperan ser atendidas en el Departamen­to de Extranjerí­a.
► Miles de personas llegan cada noche para lograr un lugar entre las miles de personas que esperan ser atendidas en el Departamen­to de Extranjerí­a.

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