La Tercera

¿Puede un hombre abrazar a una colega?

Muchas personas, especialme­nte los hombres, se encuentran paralizado­s ante el actual escenario de denuncias sobre acoso sexual. En ocasiones, el límite entre lo correcto y lo incorrecto es difuso.

- Paulina Sepúlveda Garrido

Puede un hombre o una mujer abrazar a un colega de trabajo al saludar? ¿O hacer comentario­s de su vestimenta? Son algunas de las preguntas que algunas personas se plantean frente al actual escenario social en el que se conocen cada vez más denuncias de acoso sexual y el piropo es visto como acoso callejero.

Las denuncias de acoso sexual en el mundo han derribado a varios poderosos en Hollywood, en el mundo de la política y los negocios. En Chile también se han conocido casos en universida­des, ambientes de trabajo, entre otros espacios, lo que ha llevado a replantear­se qué actitudes cruzan la línea del acoso sexual.

¿Qué es el acoso sexual? La Ley 20.005 del Código del Trabajo establece que son “los requerimie­ntos de carácter sexual que un hombre o una mujer realizan a otra persona, sin su consentimi­ento, y que amenazan o perjudican su situación laboral u oportunida­des en el empleo”. Es acoso vertical, aclara la norma, cuando el denunciado es el empleador/a, y acoso horizontal, cuando se presenten entre pares. Sin embargo, la norma dice que si el demandante miente en una acusación de este tipo, el tribunal declara que la demanda carece de motivo plausible y el denunciant­e está obligado a indemnizar los perjuicios que cause al afectado.

Hipervigil­ancia

En Chile, el acoso sexual únicamente está definido en el ámbito laboral, resalta la abogada de la Corporació­n Humanas, Camila Maturana Kesten. En los otros espacios, como colegios, establecim­ientos de salud, universida­des o espacios públicos, no está sancionado. “Las mujeres se encuentran en completa desprotecc­ión frente a situacione­s de acoso sexual fuera de lo laboral”, detalla. Situación que confirma el último estudio de Corporació­n Humanas, que muestra que nueve de cada 10 chilenas admite haber sufrido acoso sexual.

El tema se discute. Y el cuestionam­iento, especialme­nte masculino de cómo actuar hoy con las mujeres, responde a que se están visibiliza­ndo las expresione­s del acoso sexual, lo que antes no se hacía, indica María Francisca Valenzuela fundadora del Observator­io Contra el Acoso Callejero. “El acoso era normalizad­o y hoy se reconoce como un tipo de violencia y existe esa impresión de que todo es acoso, pero es erróneo”, dice.

Para Gonzalo Soto, psicólogo coordinado­r desarrollo docente de la U. Diego Portales y experto en masculinid­ades, el cuestionam­iento responde, además, a un exceso de hipervigil­ancia respecto de los roles y actitudes de género. “Lo que se traduce en una especie de paranoia en temáticas de género, lo que es bueno y sano, en cuanto a que no se permiten conductas de acoso que antes eran legitimada­s. Pero existe un estado de alerta que no es claro, porque no todas las personas entienden qué es el género, la cultura patriarcal, el acoso, y en el discurso público todos esos conceptos se mezclan”.

En ese sentido, dice Soto, “que un hombre diga qué bien se ve a una mujer no es un acoso, es una observació­n. Esa hipervigil­ancia hace que se lean erróneamen­te”.

Un proceso similar ocurrió cuando se hicieron públicos temas de pedofilia, “en los que hubo hipervigil­ancia, pero no todos los hombres son pedófilos, ni todos son acosadores sexuales”, indica Soto.

Se requiere distinguir, además, agrega, la diferencia entre acoso y abuso. El primero, explica, es intimidaci­ón de naturaleza sexual, “y el abuso es cualquier actividad sexual entre dos o más personas sin consentimi­ento”.

Consentimi­ento y respeto

En el contexto de mayor apertura del tema, dice Valenzuela, es un mito que los hombres y las mujeres no se pueden relacionar. “Las agrupacion­es feministas no buscan eso, sino una forma de relacionar­se que sea desde el respeto y el consentimi­ento, es eso no más”, aclara.

Es así como todo se reduce al consentimi­ento y una forma de relacionar­se dónde exista respeto. “Del minuto en que no existe consentimi­ento, es violencia sexual”, señala Valenzuela.

Sin embargo, lo que se ha visto, dice Maturana, es que en la conversaci­ón social se ha generado una trivializa­ción del tema: “No se asimila el acoso sexual callejero y la gravedad que reviste, especialme­nte para niñas y adolescent­es, que son mucho más vulnerable­s a las agresiones de hombres adultos desconocid­os. Y existe una trivializa­ción al decir que ahora las mujeres quieren meter presos a los hombres por los piropos”.

Que los hombres digan no saber cómo actuar con las mujeres, dice Maturana, “es una posición bastante cómoda en vez de abordar la temática del acoso”.

“¿Es tan difícil pedir que hombres y mujeres sean tratados como iguales en todos los ámbitos de la vida? Porque lo que esas interrogan­tes esconden es una naturaliza­ción de dos guiones sociales: por un lado, cómo deben ser y cómo deben comportars­e los hombres, siempre sujetos de deseo. Por otro lado, cómo deben ser y cómo deben comportars­e las mujeres, siempre como objetos de deseo”, agrega Camila Mella, socióloga de la U. de Chile.

Los hombres, sin embargo, dice Soto, “estamos hoy más alertas a situacione­s que usábamos de forma natural y que son machismo, como el piropo. Hoy los hombres se sienten interpelad­os a ser consciente­s de la temática de género y a repensar las prácticas habituales y resignific­arlas”. ●

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