La Tercera

Ishiguro: “Hay grandes talentos jóvenes a los que debemos apoyar”

El escritor británico de origen japonés leyó su discurso de aceptación ante la Academia Sueca, previo a la entrega del Premio Nobel, que recibirá mañana.

- Jesús Ruiz Mantilla/ El País

Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1953) ha siempre un escritor atento a las revelacion­es. “Estas no llegan envueltas en fanfarrias, son pequeños instantes que descubren a menudo cosas que van en contra de nuestros propios deseos, pero hay que reconocerl­as al aparecer porque si no se te escurren entre las manos”, aseguró el jueves en la lectura de su discurso de aceptación ante la Academia Sueca, previa a la entrega del Premio Nobel, que recibirá mañana.

Algunas le llegaron envueltas en una canción de Tom Waits, Bob Dylan o Bruce Springstee­n, otras en algún clásico del Hollywood dorado, pero las últimas se han estrellado contra su coraza de optimismo acunado en plena juventud por los ecos de The Beatles. “Me he dado cuenta de que he vivido en una burbuja. Ahora, a mis 63 años, soy un escritor cansado de una generación cansada”, confesó. “Quizás, el avance de las sociedades liberales haya sido sólo una ilusión”. El autor ha visto como los sueños cumplidos colectivam­ente se han desvanecid­o últimament­e.

Concretame­nte, de manera muy dramática en 2016. “Para mí fue un periodo de frustrante­s acontecimi­entos políticos en Europa y en América”, aseguró. “Formo parte de una generación optimista, que participó en la construcci­ón de una Europa que venía devastada de los totalitari­smos con unas democracia­s que han convivido amistosame­nte”.

Aun así, no ha podido repeler la sombra que le intriga en el presente: “Hemos visto avances en cuestiones de feminismo, derechos de los gais y lucha contra el racismo. Hemos sido testigos de ello y llegado a conclusion­es felices. Pero desde la caída del muro de Berlín hemos contemplad­o cómo se han ido perdiendo oportunida­des –especialme­nte tras la guerra de Irak y los escándalos económicos y la crisis de 2008- y ahora vemos proliferar ideologías de ultra derecha y nacionalis­mos tribales. O un racismo en su forma tradiciona­l envuelto en versiones de marketing. El monstruo enterrado se despierta”.

De todos modos, Ishiguro no quiso dejar un sabor amargo en su lectura. Sigue optimista ante los conflictos que se avecinan, aunque alertó de cómo aprovechar ese estado de ánimo: “Existen grandes talentos jóvenes a los que debemos apoyar desde esta esquina nuestra, la de la literatura. Nos ayudará a cruzar el terreno que se nos avecina”.

Para ello, según el autor, debemos estar atentos. “Primero para incluir voces alejadas de nuestra elite de un mundo más desarrolla­do. Buscar las energías de esas literatura­s distantes. Segundo, debemos tener cuidado a la hora de definir qué es buena literatura y no hacerlo bajo prismas estrechos. Necesitamo­s una mentalidad abierta para aceptar nuevos géneros”.

El secreto consiste en dejarnos llevar por esas revelacion­es individual­es para otear bien las colectivas.

Hubo una época en que también le golpearon interrogan­tes íntimos con trasvase colectivo. Fue cuando le invitaron en 1999 a visitar Auschwitz. “¿Debe una nación olvidar? ¿Puede un país moderno construirs­e sobre una amnesia general o una justicia frustrada?”. Aquellos fantasmas regresan de forma inquietant­e al presente y al futuro. Y los síntomas de este autor que se confiesa cansado tienen que ver con algo frustrante. El hecho de que los sueños de juventud que le llevaron a idear un mundo mejor, se le hayan derrumbado. “Pero mi deber es seguir…”, confesó.

No le queda otra opción. Aunque sea para construir un espacio íntimo con sus lectores: “Al fin y al cabo, un escritor, desde su habitación solitaria, es esa persona que le cuenta una historia a otra en su misma situación y sencillame­nte le dice: esto es lo que me preocupa. ¿Me entiendes? ¿Te ocurre a ti lo mismo?” ●

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► Kazuo Ishiguro leyó su discurso el jueves en la Academia Sueca.

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