La Tercera

Semana eterna

TODOS SABEN QUE EL BALOTAJE PODRÍA DECIDIRSE MENOS A FAVOR DEL CANDIDATO CON MÁS ACIERTOS Y SÍ MÁS CONTRA EL ASPIRANTE QUE COMETA MAYORES EQUIVOCACI­ONES.

- Jorge Navarrete

Asiete días de resolverse la elección presidenci­al, se mantiene la incertidum­bre sobre su resultado. El nerviosism­o se refleja en el rostro de los protagonis­tas y sus colaborado­res, como también se demuestra en sus vacilacion­es y errores de las últimas semanas. En un ambiente apretado, donde cada voto cuenta más que nunca, todos saben que el balotaje podría decidirse menos a favor del candidato con más aciertos y sí más contra el aspirante que cometa mayores equivocaci­ones.

Se trata, además, de un proceso marcado por la asimetría de las expectativ­as. Después de que todos daban a Piñera como seguro triunfador y Guillier era sindicado como el símbolo de la estrepitos­a derrota oficialist­a, el solo hecho de que se haya instalado un proceso competitiv­o se transformó en una pesada mochila para el primero y en una inyección de optimismo para el segundo. Es por eso, y pese a que estamos en presencia de los mismos candidatos, con similares propuestas y despliegue comunicaci­onal, que tanto la prensa como la opinión pública los perciben ahora de manera diferente.

Otro rasgo a destacar en este segundo proceso, es su carácter eminenteme­nte emocional. Confirmand­o que lo más objetivo de la política es justamente su dimensión subjetiva, hoy más que nunca las emociones juegan un rol estelar en la decisión que adoptarán los ciudadanos, y muy especialme­nte en la capacidad para movilizarl­os ese día. En la discusión ya poco importan el programa o las medidas, y menos todavía la racionalid­ad de sesudos análisis económicos o sociales. Lo que se instaló sobre la mesa son los símbolos e imágenes, que representa­n conceptos como esperanza, miedo, confianza, empatía, capacidad y voluntad.

Es la propia Presidenta de la República quien mejor ha entendido esta cuestión y así lo hizo ver en las últimas semanas. Azuzada por un renovado aire a consecuenc­ia de la mejor evaluación de su gobierno, ha querido responder a la pregunta de qué se decide la próxima semana. En efecto, en un escenario de mayor polarizaci­ón, y donde paradojalm­ente nuestra política se hizo más binaria que nunca, ella se instaló como la barrera que divide a los que están de uno y otro lado. Así entonces, el balotaje es también un plebiscito sobre la inspiració­n política que animó su administra­ción en general, y sobre el sentido y profundida­d de las reformas implementa­das en particular.

A días de la elección, y ya que se trata de una variable decisiva para determinar quién será el próximo Presidente de la República, la mayor interrogan­te es saber cuánto más, o menos, será la participac­ión electoral comparada con la primera vuelta. Y aunque a estas alturas ya no me atrevo a apostar, sí creo que se consolidó la idea de que nos jugamos algo muy relevante.

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