Intervencionismo del gobierno y dichos de Piñera
El uso de todo el aparataje comunicacional de La Moneda daña gravemente el equilibrio en estas elecciones, creando un clima enrarecido, al que no ayudan los dichos del candidato de Chile Vamos sobre votos marcados.
Dos hechos políticos marcaron esta semana: por una parte, la desmesurada intervención electoral del gobierno, que ha alcanzado niveles sin precedentes desde el retorno a la democracia y, por otra, los traspiés que ha experimentado la candidatura de Sebastián Piñera, con errores no forzados que han llamado la atención tanto por su imprevisión, como por no calcular el daño que ello podría provocar desde el punto de vista de sus pretensiones electorales.
No cabe duda de que el tono virulento y descalificador que a ratos ha tomando esta campaña electoral, lejos de convocar a los ciudadanos a participar de la política, con seguridad provoca el efecto exactamente contrario. Se ha perdido la oportunidad de hacer un buen debate de ideas, en especial cuando hay dos visiones ideológicas muy distintas en competencia. Estas debilidades, sin embargo, no justifican el protagonismo exacerbado que ha decidido tomar La Moneda en esta carrera electoral, distorsionando gravemente el equilibrio de fuerzas y abandonando cualquier pretensión de neutralidad. Es inaudito que la vocera de gobierno salga al paso de cada declaración que emite el candidato de Chile Vamos -otros ministros también han salido a cuestionar sus propuestas sectoriales-; incluso la Presidenta de la República relevó al propio candidato de la Nueva Mayoría en la defensa de la gratuidad.
La nutrida batería de leyes que se ha aprobado durante esta administración para efectos de reducir la injerencia del dinero en la política, se ve opacada cuando por otro lado el gobierno -haciendo uso de todo el aparataje del Estado y de recursos públicos- decide abanderizarse más allá de toda medida razonable en favor del candidato de su propia coalición. Esta ruptura de los equilibrios constituye una carga muy gravosa e injusta para aquellos candidatos que no son afines al gobierno de turno, y que no pueden acceder a más financiamiento producto de las restricciones que impuso la ley.
Tampoco se ha dudado en utilizar la agenda legislativa con afanes electorales, siendo el proceso constituyente quizás el ejemplo más decidor, pues además de colocarle suma urgencia al proyecto que busca crear una Convención Constituyente, se ha buscado aprovechar indebidamente la ventaja que otorga el hecho de que dos senadores de Chile Vamos estén inhabilitados para votar, producto de su desafuero.
Así como este intervencionismo no le hace bien a la democracia, tampoco contribuye a este propósito cuando se hacen denuncias que desprestigian la institucionalidad. En tal sentido, las afirmaciones de Sebastián Piñera en cuanto a que en la primera vuelta hubo muchos votos marcados en favor de sus adversarios, no lograron ser respaldadas y se desacreditaron. A pesar de su débil sustento, mantuvo estos dichos durante varios días, hasta que finalmente reconoció que fueron “innecesarios” y que no pretendió poner en tela de juicio los resultados. Pese a esta rectificación, este paso en falso daña su credibilidad, y transmite confusión en cuanto a sus estrategias de campaña. Como expresidente y líder de un importante sector político, que además obtuvo una apreciable ventaja en primera vuelta, debe cuidar de no incurrir en estos tropiezos y ayudar a elevar los estándares del debate.