Por qué no se callan
Mientras uno acusa fraude electoral, el otro llama a meter la mano en los bolsillos del resto. Prometen educación gratis, salud de primerísima calidad, seguridad a la puerta y poco falta para que nos garanticen vacaciones en el Caribe y entradas gratis a los conciertos.
Total, cuando se trata de regalar plata ajena, los candidatos son los primeros.
Qué tal si mejor apuramos esto de la segunda vuelta y así terminamos con el circo. Mire que el común de la gente no tiene la suerte de vivir de los votos (como don Marco Enríquez Ominami, que tan guillierista se le ve por estos días) y está más preocupada de juntar las lucas para no dejar en deuda al Viejito Pascuero.
A tal nivel han llegado los excesos, que el exrostro incluso comparó las credenciales democráticas del Chato con Pinochet. Y en la derecha, quién lo iba a imaginar, apareció hasta la Van Rysselberghe llamando a la moderación a su candidato.
La cosa está peleada, qué duda cabe (52% para Sebastián Piñera y 48% para Alejandro Guillier, de acuerdo a la prestigiosa encuesta del Chino Ríos en Twitter). Pero sospecho que a esta altura ya no importa mucho lo que anuncien o digan o hagan (salvo que se manden una embarrada de las grandes).
Cada elector votará por quien más le guste o menos le disguste y lo único que resta a los candidatos para mover la aguja es conseguir que acudan a las urnas los que prefieren pasar un domingo en pijamas.
Es el nivel de nuestra política, tristemente reflejado en el variopinto grupo de diputados y senadores que asumirá en el mes de marzo, y fiel expresión de lo que somos.
Por eso me quedo con esta brillante reflexión de un juez de la Federación Internacional de Ciclismo ante el retraso en los preparativos para la Copa Mundial (que se disputa en Santiago, por si no lo sabía): “Nuestros países no son el primer mundo. No somos ingleses ni somos alemanes, sepámoslo. Somos de una cultura donde las cosas las hacemos sin el orden preestablecido que deberíamos tener”.
Un filósofo.