La Tercera

HACIA UN NUEVO SISTEMA DE ADMISIÓN

En materia de educación superior, parece apropiado que un ente autónomo dirija el proceso, y dentro de ese marco las universida­des tengan espacio para incluir otros mecanismos.

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En el contexto de la reforma a la educación superior que se discute en el Senado, los rectores del Consejo de Rectores (Cruch) se han opuesto a algunas de las medidas ahí incluidas. Uno de los puntos en discusión es la idea de traspasar el sistema de admisión a la educación superior, hoy en sus manos, a la futura Subsecreta­ría del ramo que el proyecto de ley crearía. Dicho traspaso no es una buena idea –por lo mismo no existen otros países en el mundo que presenten un modelo como el planteado-, ya que la presencia del Ejecutivo en el proceso tiene el riesgo de contaminar políticame­nte un proceso que se ha caracteriz­ado por su confiabili­dad y transparen­cia. Por otro lado, son las propias institucio­nes las que están en mejor posición para decidir qué instrument­os y mecanismos son los más efectivos para identifica­r a aquellos estudiante­s que tendrán un paso más productivo por la educación superior.

Sin embargo, existe un amplio espacio de mejora al sistema actual, tanto en la institucio­nalidad como en los instrument­os de admisión que actualment­e se utilizan en el país. En este sentido, hay al menos dos aspectos que debieran ser motivo de reflexión. En primer lugar, el hecho de que sea el Cruch -un subgrupo de las institucio­nes que conforman el sistema de educación superior- el que decida por sí y ante sí aspectos que afectan a todas las institucio­nes del país, parece cuestionab­le. Polémicas como qué institucio­nes privadas pueden participar en el sistema único de admisión podrían haberse evitado con una institucio­nalidad más adecuada, sobre todo teniendo en cuenta que el sistema es financiado prácticame­nte en su totalidad por recursos públicos. Propuestas como las que en su momento realizó el ex ministro de Educación Harald Beyer respecto a que sea un ente autónomo –con representa­ción de las institucio­nes- el responsabl­e del sistema de admisión parece una alternativ­a viable.

Por otro lado, quien tome las riendas del sistema de admisión deberá hacerse cargo de los cuestionam­ientos que desde hace unos años se han hecho a la PSU. En este sentido, debiese abrirse la posibilida­d de que este test sea licitado internacio­nalmente de modo de mejorar la calidad del instrument­o que le cuesta anualmente al país cerca de $6 mil millones y que históricam­ente ha estado en manos de la Universida­d de Chile, sin que exista una licitación previa. Asimismo, urge ampliar la batería de instrument­os disponible­s para las institucio­nes (ensayos, pruebas de habilidade­s específica­s) que logren predecir -independie­nte de las caracterís­ticas socioeconó­micas de los postulante­s- de mejor manera sus posibilida­des de éxito académico.

Pese a que un sistema único de admisión tiene ventajas como la convenienc­ia para los estudiante­s y la posibilida­d de que el Estado entregue ayudas estudianti­les sobre la base de criterios uniformes, no debe descartars­e que exista un mayor espacio para que las propias institucio­nes –incluso dentro de un sistema único- tengan la posibilida­d de incluir en el proceso mecanismos que les permitan identifica­r a postulante­s que mejor se adecuen a sus particular­es proyectos educativos.

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