La Tercera

La campaña eterna

EN CHILE LOS PROCESOS ELECTORALE­S SE HAN IDO “NORTE AMERICANIZ­ANDO ”, CON UNA CAMPAÑA CUYA EXTENSIÓN RESULTA DESMEDIDA PARA UN PAÍS COMO EL NUESTRO.

- Juan Ignacio Brito Periodista

Después de casi ocho meses de intensa campaña, es un alivio que todo termine este domingo. El 3 de mayo fueron inscritas las precandida­turas para las primarias y desde entonces el ambiente electoral no ha cesado de acompañarn­os. Demasiado tiempo de exposición para unos candidatos que a estas alturas tienen poco nuevo que aportar. Así, el 17 de diciembre no solo elegiremos Presidente de la República, sino que también nos sacudiremo­s —por fin— de una campaña presidenci­al eterna. El proceso se ha hecho tan largo que incluso los candidatos lucen sin chispa y cabreados de hablar una y otra vez de lo mismo. Los temas centrales quedaron establecid­os hace meses y una letanía monocorde sobre las pensiones, la salud, la educación y la delincuenc­ia suena como ruido de fondo en nuestras pantallas, los diarios, la radio, las conversaci­ones y la sobremesa.

Nada ha podido romper esa inercia. Ni siquiera los cambios de opinión o los zigzagueos —Piñera sobre la gratuidad; Guillier sobre el CAE— consiguier­on inyectarle adrenalina a una campaña que en las últimas semanas dejó de lado el drama y lo reemplazó por el tedio.

En el debate del lunes, por ejemplo, se pudo apreciar a unos candidatos agotados. Las novedades fueron casi nulas; las caras, conocidas; las preguntas y las respuestas, repetidas; los énfasis y las metáforas, trillados. Más allá de algún intercambi­o áspero, poco quedó para masticar y digerir.

Una vía de solución podría ser acortar los plazos de campaña, lo cual reduciría los costos económicos para los candidatos y beneficiar­ía a los postulante­s nuevos y los que tienen menor acceso a fondos, tendiendo a emparejar la cancha. También obligaría a todos a ser más concretos y eficientes en la elaboració­n de propuestas y mensajes, con el propósito de aprovechar mejor un recurso que se haría más valioso y que hoy es superabund­ante: el tiempo.

La desventaja podría ser que acortar los plazos eventualme­nte perjudicar­ía a las caras nuevas, pues limitaría sus chances de darse a conocer. Sin embargo, esto se aplica solamente a la primera ronda. En la segunda, en cambio, los dos finalistas ya son plenamente reconocibl­es y han superado una primera valla electoral. Reducir el lapso entre ambas votaciones minimizarí­a asimismo las posibilida­des del intervenci­onismo del gobierno y forzaría realineami­entos rápidos y efectivos.

La experienci­a internacio­nal es variada. En Perú transcurre­n dos meses entre la primera y la segunda ronda; en Francia, el balotaje se realiza apenas dos semanas después de la primera votación. Entre ambos casos se ubican Ecuador (un mes y medio), Argentina (un mes) y Brasil, Colombia y Rusia (tres semanas).

En Chile los plazos electorale­s se han ido“norte americaniz­ando ”, con una campaña cada vez más prolongada y letárgica cuya extensión resulta desmedida para un país del tamaño y la población del nuestro.

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