VICTORIA DE PIÑERA
SEÑOR DIRECTOR
Piñera ha ganado con un guarismo abrumador. Sin embargo, de ello no se desprende un triunfo de sus ideas. Su adhesión a la gratuidad universitaria es mucho más que anecdótica; revela toda una lógica.
Es un lugar común decir que el triunfador interpretó mejor las preocupaciones de la población. Es probable. Lo que no se dice es que esas preocupaciones no nacen espontáneamente. En 1986 el gobierno militar logró imponer el interés por el cometa Halley. Cuando por fin el astro “rozó” la Tierra, la decepción fue honda: no se veía nada.
La opinión pública es manipulable, se ha dicho tantas veces. El arte de la política actual es convencer al elector de que sus preocupaciones serán resueltas por un candidato, pero esas preocupaciones son construidas según lo que éste simula poder enfrentar mejor.
Se trata, en el fondo, de engañar al electorado con un discurso efectista (que al parecer los chilenos en el extranjero no alcanzan a oír) y con promesas de cambio. Por cierto, hay una porción de la población que vota por afinidades ideológicas y/o por intereses comunes, pero una parte importante, quizá decisiva, vota por la persona y su carisma y no por su programa o partido.
El desafío es articular proyectos con una base de principios más sólida. El problema es que para sobrevivir y crecer, estos proyectos necesitan una votación caudalosa. Para ello se requiere un trabajo educativo lento y minucioso. Solo así las personas dejarán de encandilarse una y otra vez con el cometa Halley y optarán por la propuesta que mejor las identifique.