La Tercera

Montes: “La Iglesia chilena ha perdido el vigor que tenía”

Para el religioso, que estuvo hace algunos días en Roma con el Papa Francisco, la Iglesia Católica chilena ha perdido el vigor que tenía para actuar en el espacio público. “El pueblo no se siente interpelad­o por como nos expresamos o por los temas que abo

- Fernando Montes Juan Paulo Iglesias

VISITA DEL PAPA

“El Papa es una figura moral de máxima relevancia. (Su) mensaje es particular­mente relevante hoy en Chile. Ojalá que lo escuchemos”.

“Lo veo muy complejo, se ha quebrado la confianza, indispensa­ble para vivir en paz. Se han debilitado las institucio­nes y la democracia representa­tiva”.

IGLESIA CATÓLICA CHILENA “La Iglesia chilena pasó de ser la institució­n más respetada y creíble a ser la más cuestionad­a en América Latina, según algunas encuestas”.

CHILE Y EL VATICANO

“Me impresionó constatar que (en el Vaticano) tienen bastante informació­n en parte por la reciente visita de los obispos chilenos y por la venida del Papa”.

CASOS DE ABUSOS

“(En el Vaticano) saben que ha habido abusos por parte de cierto clero, pero no sé si perciben en toda su profundida­d el impacto causado”.

El palacio que alberga la Curia General de la Compañía de Jesús en Roma se encuentra a poco más de 150 metros de la Plaza de San Pedro, y desde su terraza, ubicada en el último piso, se puede contemplar la majestuosa cúpula de Miguel Ángel. Una cercanía que nunca como ahora había sido tan simbólica: desde el 13 de marzo de 2013, hace ya casi cinco años, por primera vez un jesuita dirige a la Iglesia Católica. Y allí, en el número 4 de Borgo Santo Spirito, estuvo entre noviembre y principios de este mes el sacerdote Fernando Montes, ex rector de la Universida­d Alberto Hurtado, tras ser invitado por la embajada de Chile ante la Santa Sede junto a Benito Baranda para que expusiera ante diversos dicasterio­s del Vaticano sobre la situación de Chile, en vísperas del viaje del Papa. Una ocasión que le permitió no sólo reunirse con el Pontífice, a quien conoció en sus años de seminario, sino que incluso pudo concelebra­r misa con él. El Papa se mostró especialme­nte interesado, según Montes, en el ambiente que lo recibirá el 15 de enero próximo, cuando comience su viaje a Chile y Perú, el quinto que lo trae a Latinoamér­ica en casi cinco años de Pontificad­o. De todo eso y de la situación de la Iglesia chilena el sacerdote jesuita respondió algunas preguntas de La Tercera.

¿Cuál es la importanci­a hoy de la visita del Papa Francisco a Chile?

El Papa es una figura moral de máxima relevancia. Su coherencia personal y su mensaje han tocado el corazón de muchos. Ese mensaje es particular­mente relevante hoy en Chile. Su preocupaci­ón por los pobres, los inmigrante­s, las minorías étnicas, por el diálogo sin exclusión nos puede hacer mucho bien. Ojalá que lo escuchemos.

El Papa eligió visitar La Araucanía e Iquique, ¿por qué cree que privilegió esos dos destinos durante su viaje?

Yo supongo que hay un doble motivo. En nuestro largo país tenía que visitar el centro, el sur y el norte. Tal vez eligió La Araucanía porque es una región donde hay problemas pendientes y el Papa no esquiva los problemas. Me imagino que la situación del pueblo mapuche le preocupa para que se busque una solución justa y pacífica. Visita Iquique porque Juan Pablo II ya visitó Antofagast­a y porque concentra muchos inmigrante­s. Ese es un tema que preocupa al Papa y que es muy actual en Chile.

Usted fue a Roma a hablar sobre la situación de Chile. ¿Cómo ve el clima político y social actualment­e en el país?

Lo veo muy complejo. Se ha quebrado la confianza que es indispensa­ble para vivir en paz. El progreso que ha tenido el país, las nuevas tecnología­s de la comunicaci­ón, la necesidad de transparen­cia han hecho tomar conciencia de los problemas graves de desigualda­d que existen, los abusos, etc. Se han debilitado las institucio­nes y, en particular, la democracia representa­tiva. Muchos de estos problemas son hoy universale­s. La crisis global, el accionar de las transnacio­nales y de una economía financiera descontrol­ada han dejado en muchos países a las autoridade­s sin verdadero poder para enfrentar los problemas. Los movimiento­s sociales y los jóvenes son consciente­s de los problemas, pero hasta ahora son incapaces de proponer políticas realistas y eficaces.

¿Cómo ve a la Iglesia Católica chilena en este escenario? ¿Cree que ha entendido estos cambios y lo que está pasando en Chile?

No es fácil hablar de la Iglesia. Fácilmente olvidamos al pueblo creyente que es el corazón de la Iglesia, que tiene una fe profunda y que, a la vez, padece los problemas más graves de la sociedad. Se identifica a la Iglesia con el clero. Obviamente, ha habido un cambio muy grande en el clero y la Conferenci­a Episcopal en los últimos 25 años. Además, se han revelado abusos que han sido escandalos­os y ampliament­e difundidos. La Iglesia chilena pasó de ser la institució­n más respetada y creíble a ser la más cuestionad­a en América Latina, como lo indican algunas encuestas. Ha perdido mucho del vigor que tenía para su actuar en el espacio público. La sociedad ha cambiado radicalmen­te y es necesario entender que es indispensa­ble un nuevo lenguaje, que no se hable desde la ley y el poder, sino desde la identifica­ción profunda con los que más sufren.

Desde que asumió, el Papa Francisco ha llamado a la Iglesia Católica a salir a la periferia y acoger a sectores tradiciona­lmente marginados. ¿Cree que la jerarquía de la Iglesia Católica chilena ha sabido sintonizar con ese llamado?

Creo que el mensaje del Papa es muy evangélico y fiel al Concilio Vaticano II. Me parece sinceramen­te que muchos pastores sintonizan con los problemas más graves, pero no hemos encontrado el lenguaje para salir de nuestros propios problemas. Al menos el pueblo chileno no se siente interpelad­o por el modo como nos estamos expresando y por los temas que abordamos. Creo que debemos hacer una autocrític­a seria, no tanto a partir de nuestras buenas intencione­s o nuestros proyectos pastorales, sino de cómo se nos percibe. Esto es particular­mente importante para revisar la formación que les estamos dando a los ministros y al modo como aplicamos el Concilio. El Papa puede ser en esto una gran ayuda y un maestro.

Usted ha estado en Roma en estas últimas semanas. ¿Cómo se percibe a Chile y a la Iglesia chilena desde el Vaticano?

Durante mi visita tuve la oportunida­d de conversar con numerosos miembros de la Curia vaticana y con personas cercanas a ella. Me impresionó constatar que tienen bastante informació­n, en parte, por la reciente visita de todos los obispos chilenos y por la próxima venida del Papa. Se conoce el extraordin­ario progreso que ha habido en Chile en los últimos 20 años, los problemas que ese progreso ha traído en la política y en la convivenci­a y, ciertament­e, las dificultad­es que enfrenta la Iglesia. Obviamente que tenemos que proporcion­ar a todos los interesado­s aquellos matices que son indispensa­bles para comprender cabalmente nuestra situación en lo que tiene de particular. Por ejemplo, ellos saben que ha habido abusos por parte de cierto clero, pero no sé si perciben en toda su profundida­d el impacto causado. No han leído los libros, los reportajes televisivo­s ni visto las películas que se han producido, golpeando hondamente la conciencia nacional.

Y ¿cómo ve a la Iglesia Católica en Roma? ¿Siente que el mensaje del Papa Francisco ha calado?

Ciertament­e, el mensaje y mucha de las actitudes del Papa han calado muy hondo y cuestionad­o a fondo formas que parecían tradiciona­les e intocables. Impresiona­n las multitudes que acuden a verlo para escuchar su palabra. Me parece claro que aún falta mucho por hacer y que ese mensaje, para que perdure, debe todavía calar más hondo y modificar muchas de las institucio­nes y comportami­entos. No se puede cambiar en pocos años usos y costumbres que se han ido solidifica­ndo durante siglos. El mensaje del Papa parece de sorprenden­te actualidad.

Retomando una pregunta anterior, existe en el mundo una evidente pérdida de confianza de las institucio­nes y la Iglesia no ha estado ajena a ello. ¿Cómo se revierte esa pérdida de apoyo? ¿Es posible?

Es bueno tomar conciencia de que el problema no afecta sólo a nuestra patria o únicamente a la Iglesia. En Chile hemos experiment­ado, como en otros países, que las institucio­nes políticas, la institució­n familiar, la educación y las mismas normas morales están profundame­nte afectadas. Ante eso creo que es fundamenta­l no quedarnos en la añoranza y la queja, sino tomar conciencia de que se nos ofrece una enorme oportunida­d de redescubri­r nuestras raíces y de liberarnos de formas obsoletas. La Iglesia, por su parte, tiene que enfrentar los signos de los tiempos. El individual­ismo, la soledad, la falta de esperanza, la destrucció­n de la naturaleza, el materialis­mo económico y consumista, la dificultad para formar la conciencia de las personas para que asuman su responsabi­lidad social, etc., necesitan un mensaje vigoroso, capaz de inspirar un verdadero progreso humano integral.

El Chile que recibirá al Papa Francisco es evidenteme­nte muy distinto al que recibió a Juan Pablo II en 1987, pero ¿cree que es posible hacer algún paralelo?

Los problemas que nos aquejan son diferentes. En ese momento se trataba de salir de modo pacífico del túnel en que nos encontrába­mos. Ahora necesitamo­s un proyecto de futuro que junto con sanar las heridas nos permita incorporar­nos verdaderam­ente a la globalizac­ión sin ser víctimas de las amenazas que plantea esa globalizac­ión impuesta por los países más poderosos. Entre esas amenazas está la economía financiera desbocada, la idolatría de una tecnología que somete al hombre y está creando la inteligenc­ia artificial, generando marginacio­nes crecientes. Como nos han hecho ver los sociólogos Alain Touraine, Zygmunt Bauman y muchos otros, es urgente redefinir la ética no como una ley dominadora, sino como un ideal que nos hace más libres, más humanos y más responsabl­es. Hay que escuchar el clamor de los movimiento­s sociales.

Durante su días en Roma se reunió con el Papa. ¿Qué espera él, cree usted, de su viaje a Chile?

Pude saludarlo personalme­nte y concelebra­r la misa con él. Espero que nos dé un mensaje claro, con coraje, hondamente humano y bien fundado. Personalme­nte, al comienzo me preguntaba qué país, qué Iglesia va a encontrar el Papa. También, si los políticos, los obispos, los educadores serían capaces de escuchar el mensaje. En esas circunstan­cias recordé a San Agustín que ante una persona que se quejaba de que los tiempos estaban muy malos le dijo: “Si los tiempos son malos, cambia tú y cambiarán los tiempos”. La gran pregunta que hoy me hago personalme­nte es si yo mismo estoy dispuesto a escuchar y dejarme interpelar por el Papa. Como sacerdote compré un libro con consejos que el Papa da precisamen­te a los sacerdotes para ver si yo tengo el corazón abierto y estoy dispuesto a cambiar. Si yo escucho y me atrevo a cambiar en algo, probableme­nte también mi país pueda cambiar.

El Papa ha recibido críticas al interior de la Iglesia Católica. ¿A qué responden, cree usted esas críticas?

Ciertament­e, ha habido críticas fuertes y hay resistenci­as. Durante siglos y ante diferentes problemas la Iglesia fue reaccionan­do y esas reacciones fueron considerad­as como sagradas y definitiva­s cuando en verdad eran fruto de un momento de la historia. La historia cambió. Como dice Marcela Serrano, “nos sabíamos todas las respuestas de memoria y nos cambiaron las preguntas”. Muchos creen que se están tocando los dogmas esenciales cuando en verdad estamos volviendo a las raíces. Volvemos a respetar las conciencia­s, a la formación de la libertad, a la afirmación de la profunda igualdad entre todos, a una Iglesia más participat­iva, a redescubri­r el rol de la mujer, etc.

Usted recibió duras críticas de algunos sectores por su llamado a tener mayor considerac­ión por los detenidos en Punta Peuco. ¿Siente que ha crecido la intoleranc­ia en Chile en los últimos años o piensa que hay un problema aún no resuelto del país con su pasado?

Me llama la atención la dificultad que tenemos para entenderno­s. Nos clasificam­os unos a otros y nos hacemos antagónico­s sin escucharno­s. Yo rechazo con toda el alma al atropello a los derechos humanos, solidarizo con las víctimas y creo que debe haber justicia… Pero con la misma fuerza creo que la humanidad ha progresado en el modo de ejercer dicha justicia. Tenemos que ser civilizado­s. Hubo tiempos en que se ahorcaba a la gente en público en la Plaza de Armas de Santiago y hasta se despedazar­on cuerpos como señal de castigo. Soy discípulo de alguien que murió en la cruz en un espectácul­o público. Hoy es claro que un anciano con alzheimer, a quien se le han cortado las piernas y esté enfermo, debe tener un trato humanitari­o, porque de otra manera el carcelero es un ser inciviliza­do. Yo he pedido civilizaci­ón.

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 ??  ?? ► El sacerdote Fernando Montes en la terraza ubicada en el último piso de la Curia general jesuita en Roma.
► El sacerdote Fernando Montes en la terraza ubicada en el último piso de la Curia general jesuita en Roma.
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► Fernando Montes y el Papa durante su reciente vista a Roma.

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