La Tercera

El vía crucis de los ministros

- Por Carlos Correa Ingeniero civil industrial, MBA

El mundo entero aplaudió la llamada entre la Presidenta de la República y el candidato ganador de la segunda vuelta. La transmisió­n por televisión y el tono cordial y republican­o de la conversaci­ón entre ambos se vio como un oasis en un continente cada vez con más trifulcas políticas.

Simultánea­mente, al fin pacífico de una contienda a veces cruda, en Perú se fraguaba el intento de hacer caer al Presidente Kuczynski, y en Argentina la calle se le volvía ruda a Macri por el rechazo a su reforma de pensiones. Esa noche el país se anotó un éxito que implica, de todas maneras, una menor percepción de riesgo y un mayor respeto a nuestra democracia.

El desayuno del día posterior en la casa del presidente electo tuvo el mismo sentido. La tercera vez que ambas figuras políticas tienen que compartir un cambio de gobierno parece mucho más cordial. Se conocen demasiado ambos, y quizás con el tiempo la Presidenta que se marcha superó su desprecio a las formas del presidente que viene, y éste dejó su eterno intento de competir y demostrar que puede hacerlo mucho mejor.

La Moneda está golpeada como consecuenc­ia del duro revés de los resultados de la noche del domingo 17 de diciembre, que dejaron en ridículo un par de estimacion­es internas que circulaban entre personeros oficialist­as. A manera de ejemplo, la amplia ventaja contrastó con la estimación de Forch, el alter ego de Guillier, quien en una entrevista vaticinó una ventaja de dos puntos, haciendo referencia a una encuesta invisible.

Probableme­nte el trauma ante tal descalabro llevó a quien está a cargo del traspaso en el segundo piso a diseñar un proceso inédito en el cual los ministros debían concurrir a la casa del presidente electo a rendirle cuentas.

Quizás la idea que está en su cabeza es dejar en alto el nombre de la Presidenta y, con ello, le parece un costo razonable la humilla- ción de sus ministros.

Las caras de varios de ellos en las fotos que debieron sacarse con Piñera muestran el desagrado profundo de esta tarea, y en sus círculos han comentado la molestia ante ello. Pero nadie quiere contradeci­r a la Presidenta en su momento final y han ido disciplina­damente a humillarse ante el vencedor, quien les ha pedido cuentas de su trabajo y se ha sentado a discutir sobre planes, estadístic­as y qué deben hacer en el tiempo que les queda.

Nada de eso es regular o constituci­onal. La Presidenta y los ministros siguen a cargo del país hasta el 10 de marzo de 2018 y tienen todavía mucha tarea por delante, pues hay en el Congreso varios proyectos pendientes y quedan dos meses de muchas tareas.

En procesos anteriores, dichas conversaci­ones ocurrían cuando el presidente electo nombraba su gabinete y los futuros ministros se juntaban con los salientes para ordenar la entrega del trabajo. A manera de ejemplo, así fue entre el elegido senador Elizalde y la vocera Cecilia Pérez, proceso que transcurri­ó con mucha diligencia y cordialida­d de ambas partes, sin necesidad de que la ministra de entonces tuviera que ir a rendirle cuentas a la presidenta electa.

Bajo la lógica de que tienen que rendirle cuenta al presidente electo, lo que se instalará es la tentación de dejar todo botado, y eso es muy peligroso, pues en el verano siempre pasan cosas. Un escenario que podría repetirse es el retorno de los incendios forestales que asolaron al país el año pasado. Será bastante ridículo, entonces, si la persona a cargo del traspaso insiste en esa extraña estrategia de rendirle cuentas a un presidente que no asume, en vez de resolver las tareas que tienen pendiente.

Finalmente, lo más republican­o es que un gobierno ejerza el poder hasta el último día, y con ello transmita a los ciudadanos que las institucio­nes son más importante­s que prestigios pasajeros.

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