La Tercera

Hasta el final

ES OBVIO QUE ENVIAR UNA NUEVA CONSTITUCI­ÓN BUSCA IMPONER UN DEBATE AJENO AL PLAN DEL GOBIERNO ELECTO. ES UN SIMPLE GUSTITO AJENO A LAS BUENAS PRÁCTICAS DEMOCRÁTIC­AS.

- Axel Buchheiste­r Abogado

El gobierno anunció que enviará al Congreso un proyecto de nueva Constituci­ón, que culminará el proceso constituye­nte en que participar­on unas doscientas mil personas. Pero lo cierto es que ese proceso se debió más que nada a un impulso refundacio­nal del gobierno y que se tratará de un proyecto redactado por éste. Por eso, es llamativo que sea enviado a trámite cuando queda poco tiempo para que concluya el período presidenci­al y estando ya electo el nuevo Presidente, que es de signo opuesto; y más todavía, cuando la agenda de la Presidenta resultó claramente derrotada en las urnas; es decir, cuando la ciudadanía resolvió que quiere un cambio. Plantear hoy una nueva Constituci­ón solo tiene espacio por la obstinació­n de quien gobierna y por una transición innecesari­amente extensa.

El paso de un gobierno a otro debiera ser corto y no extenderse más allá de lo indispensa­ble, porque el pueblo ya se pronunció y debe asumir el mandatario electo. En Estados Unidos dura unos dos meses y medio, porque las tradicione­s democrátic­as datan de una época en que las cosas ocurrían en forma distinta. Pero en las democracia­s europeas los cambios de gobierno tardan poco. Está fresco el caso de Francia, en que el Presidente saliente y el entrante se pusieron de acuerdo en una fecha inmediata –no hay normay simplement­e se materializ­ó la entrega del poder. En cualquier caso, las buenas prácticas democrátic­as demandan que no se haga entretanto nada que pretenda dejar a la autoridad entrante bajo condicione­s que perturben el despliegue de su agenda o que le impidan fijar un nuevo rumbo.

En Chile el lapso para la transmisió­n del mando puede llegar a casi cuatro meses, si la elección se resuelve en primera vuelta, o cerca de tres meses si ocurre en segunda vuelta. Esto se debió –una vez más- a una reforma constituci­onal mal hecha. Como la votación en primera vuelta tenía lugar en diciembre y una eventual segunda vuelta a mediados de enero, había una interferen­cia con las fiestas de fin de año. Entonces, las votaciones se corrieron un mes hacia atrás, pero no se movió la fecha de toma de posesión (que solo habría implicado un acortamien­to menor del mandato presidenci­al por una vez), dando lugar a esa excesiva extensión.

Pero si las cosas se hicieron mal, nada justifica que no se observe la práctica democrátic­a de no adoptar decisiones que enturbien el inicio del nuevo mandato. Y es obvio que enviar un nueva Constituci­ón, que pretende rehacer la institucio­nalidad del país, busca imponer un debate ajeno al plan del gobierno electo y ante una renovada composició­n del Parlamento. Es un simple gustito ajeno a las buenas prácticas.

Pero además, denota que la Presidenta Bachelet se niega a entender que el resultado de las elecciones le fue adverso y que no es efectivo que su agenda haya sido la vencedora. Y en fin, que ellas marcaron que Chile hoy tiene nuevos legítimos representa­ntes, tanto en el gobierno como en el Congreso, y que hay que cederles el paso.

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