La derecha tonta
El agudo y brillante columnista Carlos Peña utilizó, en reciente entrevista, la expresión “izquierda tonta” para referirse a los representantes de esa vertiente ideológica “quejosa de la modernización” y que ven el consumo como un acto “alienante” al cual los seres humanos se someten como resultado de su déficit cultural o de la incesante presión del marketing.
Pues bien, esta “izquierda tonta” también tiene su referente en la vereda opuesta. La “derecha tonta” renegó de su principal motivación ideológica, como es la defensa de las libertades, para atrincherarse detrás de supuestas e inflexibles convicciones morales y económicas. Como consecuencia, terminó regalando a la izquierda banderas como las de minorías sexuales o los derechos humanos.
Ironías de la vida: socialistas y comunistas, que por años repudiaron y persiguieron a gais y lesbianas, se apropiaron un terreno donde debieron haber ganado por paliza quienes propiciaban las libertades individuales y la limitación de la injerencia del Estado en la vida de cada cual.
Por cierto, esta posición de la “derecha tonta” frente a la agenda valórica, por continuar con este ejemplo, es más propia de Chile de lo que muchos supondrían. Recuerde usted que fueron los republicanos, con Lincoln a la cabeza, los que enfrentaron a los demócratas esclavistas y me ha tocado conocer de cerca la posición frente a temáticas como los derechos reproductivos de varias organizaciones vinculadas a lo que podríamos llamar la “derecha” norteamericana y, créame, no se parece en nada a la versión criolla (ruego no incluir a Mr. Trump en este lote).
Nuestra “derecha tonta”, en el otro extremo de lo sugerido por Peña, confunde libertad con consumismo, estabilidad con democracia (por eso no termina nunca por rechazar las dictaduras). Jamás saludaría a “todos y todas” ni menos levantaría la voz frente a las desigualdades.
La “derecha tonta” no podría escuchar a Inti Illimani, aunque suene bien. Tampoco va al cine, sino que al teatro. Toma té y, por ningún motivo, once. No suele criticar a los empresarios, por mucho que alguno la embarre.
Parte relevante de esta “derecha tonta” vio en Kast una oportunidad para salir del ostracismo. Para ellos, se podría decir que fue un “gustito”, pero que les permitió sentir que aún existen y que pueden reunirse en Santo Domingo o Zapallar sin riesgo de que esos “sellos” que los representan se vean en riesgo.