La Tercera

La izquierda y sus padres

EL PROCESO DE REFLEXIÓN QUE INICIA LA IZQUIERDA NO SOLO DEFINIRÁ EL TIPO DE OPOSICIÓN QUE ENFRENTARÁ AL NUEVO GOBIERNO, SINO EL MENSAJE QUE TRANSMITIR­Á SU ELITE.

- Abogado Sebastián Soto

No hay que desatender el proceso de reflexión que inicia la izquierda tras la derrota presidenci­al y parlamenta­ria. Este proceso irá definiendo no solo el tipo de oposición que enfrentará el gobierno del Presidente Piñera, sino que el mensaje que transmitir­á la elite de izquierda a sus electores históricos y a los nuevos que intenta atraer. Lo interesant­e es que una variante del mensaje de izquierda (el menos socialdemó­crata) ya se ha ido articuland­o en los últimos años. Y su elaboració­n intelectua­l se ha tendido a imponer sobre otra izquierda que no ha sabido construir desde sus éxitos. Una buena forma de apreciarlo es un libro breve pero intenso; perfecto para, en el calor del verano, conocer los puntos cardinales del discurso de la izquierda que intenta imponer su hegemonía.

El libro es de LOM ediciones y se llama “Chile actual: crisis y debate desde las izquierdas”. Lo edita Faride Zerán y escriben figuras nuevas (Boric) y antiguas (Arrate); políticos (Jadue) e intelectua­les (Ruiz y Águila). Por cierto, no escribe ningún concertaci­onista ni menos algún DC. Todos abordan el futuro de la izquierda en ensayos cortos y con el único afán de trazar las líneas que debería seguir la izquierda en las próximas décadas.

De los trabajos pueden extraerse tres puntos cardinales para esta izquierda. El primero, que ya se ha instalado, es el lenguaje de los derechos sociales, esto es, la nueva utopía que supone que la prédica y consagraci­ón de derechos sociales (segurament­e los veremos en el proyecto constituci­onal del gobierno) tiene un efecto transforma­dor con independen­cia de la realidad. La abstracció­n de tal relato se acomoda al lenguaje utópico tan común en la historia de las izquierdas opositoras a la socialdemo­cracia; por eso pareciera que llegó para quedarse.

El segundo punto cardinal es una versión más sofisticad­a del discurso de la violencia. Ya nadie justifica la vía armada, como lo escuchamos en los sesenta, sino que ahora el discurso se construye desde la lógica amigoenemi­go. Así, nos dicen, el futuro de todos estaría limitado por la voluntad de otros que son los enemigos. Estos últimos no están equivocado­s; simplement­e son los enemigos que hay que derrotar. No cabe duda que tal planteamie­nto proscribe los acuerdos, siembra el odio y polariza la política.

Y el último punto cardinal, de sobra conocido, es la profunda crítica a la transición y a la Concertaci­ón. Jadue dice que esos años fueron una “larga época marcada por la derrota” y Ruiz acusa a esos gobiernos de llevar “más lejos las herencias dictatoria­les originales”. Esa crítica, que atraviesa todos los artículos, me recuerda uno de los últimos libros de Héctor Aguilar Camín. En “Adiós a los padres” relata la historia con los suyos. Y ahí escribe que los padres “son nuestros dioses cotidianos, gigantesco­s en la primera edad, rutinarios en la intermedia, nuevamente esenciales al final de la vida”. Es hora de que la izquierda de hoy decida en qué edad se encuentra a la hora de juzgar a los suyos.

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