La Tercera

PSU y acceso a la educación superior

- Ricardo Paredes Duoc UC

Aunque cada día el acceso a la universida­d en Chile es menos elitista y la PSU no es requerida en un conjunto de universida­des, sigue vigente su importanci­a no solo para determinar el acceso a las institucio­nes más selectivas, sino también para definir el financiami­ento estudianti­l. Tres hechos deben considerar­se para discutir el remplazo de la PSU: i) existe una fuerte correlació­n entre el puntaje de la PSU y la situación económica del estudiante; ii) el esfuerzo y vocación no se relaciona con la situación económica, y iii) aunque imperfecta­mente, la PSU predice el desempeño del estudiante promedio en la educación superior universita­ria.

Estos hechos no son contradict­orios y se dan porque la PSU, como virtualmen­te cualquier instrument­o usado para selecciona­r por potencial académico, no es capaz de aislar completame­nte la capacidad del individuo con sus condicione­s sociales. En simple, el éxito en la universida­d es producto de una mezcla de aptitud, esfuerzo, y conocimien­to previo, siendo el conocimien­to lo más claramente influido por la situación económica.

Cuando reconocemo­s que el rol de la selección no es entregar un premio por un camino recorrido, sino permitir el acceso a uno nuevo, sinuoso, que para un porcentaje enorme de los que acceden no termina, cabe aprovechar un instrument­o que en parte predice la culminació­n exitosa.

Sin duda que a la PSU se le deben introducir mejoras, pero es bueno saber que no existe un único instrument­o que tenga un poder predictivo de éxito en la educación terciaria sustancial­mente mayor al que tiene esta prueba. Que tampoco existe una “bala de plata”, que simultánea­mente aumente la inclusivid­ad y sea un mejor predictor de éxito. Y que un instrument­o estandariz­ado y objetivo, reduce el riesgo del acceso por contacto y amiguismo, que son potencialm­ente la mayor fuente de exclusión social.

En suma, la PSU es perfectibl­e, pero ni su mejora ni su remplazo resolverán completame­nte los desafíos que tiene el acceso a la educación superior. El camino, además de la mejora, es complement­ar los criterios de selección con otros que no captura un instrument­o como la PSU y que no se relacionan o lo hacen inversamen­te con el esfuerzo y la superación. El caso obvio es la condición socioeconó­mica. Sabiendo que el mismo puntaje en una prueba estandariz­ada requirió mayor esfuerzo cuando provino de un alumno más vulnerable, una fórmula que pondere el resultado de la prueba por la situación de vulnerabil­idad puede corregir el sesgo económico de la PSU y aumentar el éxito de los selecciona­dos.

Por último, la discusión de los instrument­os de selección para la educación universita­ria debe darse en el contexto donde más de la mitad de los alumnos de educación superior van a lo técnico profesiona­l. La ausencia de instrument­os de selección en este sector ya no puede sostenerse. No solo se trata que la gratuidad genera más demanda que la que se puede proveer con garantía de calidad, sino que el acceso irrestrict­o explica que haya muchas institucio­nes en las que más del 50% de los alumnos desertan en el primer año.

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