La Tercera

REFORMAS E INCONVENIE­NTE PRESIÓN LEGISLATIV­A

Se hace un daño cuando el gobierno, al final de su periodo y derrotado políticame­nte, insiste en seguir aprobando reformas que estima emblemátic­as.

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Se ha ironizado, y al parecer con razón, que el gobierno ha caído en una suerte de “frenesí legislativ­o”, justo en la última etapa de su mandato y aprovechan­do el tiempo que resta en la legislatur­a de enero, antes del receso de febrero. Para estos efectos, en solo un día el Ejecutivo ingresó casi una treintena de urgencias, varias de las cuales recaen en proyectos especialme­nte complejos, como aquel sobre universida­des del Estado -que ha sido objeto de fundados y numerosos cuestionam­ientos-, o el de conductas terrorista­s; pronto se debería enviar el proyecto de nueva Constituci­ón -a lo que se añade el interés del gobierno por aprobar cuanto antes la modificaci­ón al capítulo XV y así continuar con el proceso constituye­nte-, y es también la intención despachar el proyecto sobre identidad de género, para lo cual el Ejecutivo había puesto inicialmen­te discusión inmediata, que ayer “moderó” a suma urgencia.

En paralelo, el presidente electo Sebastián Piñera y su equipo político han fijado sus propios criterios en relación con esta caótica agenda legislativ­a, planteando que los proyectos sobre nueva Constituci­ón, la reforma previsiona­l que impulsa el gobierno e identidad de género no serán respaldado­s, debido a los reparos que éstos despiertan. Se trata de una decisión legítima y que resulta orientador­a en cuanto a dejar establecid­o desde ya los énfasis y prioridade­s que guiarán al nuevo gobierno, y que recibieron amplio respaldo por parte de la ciudadanía. A la luz de ello, es consistent­e que no se dé impulso a iniciativa­s que, o bien han perdido todo sustento político, como es el caso de una nueva Constituci­ón, o que previsible­mente provocarán profundas distorsion­es en el funcionami­ento de la economía, tal como ocurre en la propuesta previsiona­l. En cuanto al proyecto de identidad de género, parece prudente que la coalición no preste por ahora su concurso para acelerar la discusión de una iniciativa que requiere un debate amplio y en profundida­d, algo sencillame­nte imposible que ocurra en las escasas semanas que restan de legislatur­a.

El pretexto del gobierno para justificar este vendaval legislativ­o es que se “gobierna hasta el último día”. Pero tal aserto no puede desentende­rse de que el programa refundacio­nal de la Nueva Mayoría fue derrotado, hay un nuevo Congreso elegido y la ciudadanía se manifestó por un cambio de rumbo. En ese contexto político, y restando pocas semanas para el término del gobierno, resulta delirante seguir intentando aprobar reformas “emblemátic­as”, con el único afán de cumplir con un registro programáti­co o una errada pretensión de insertarse en la historia.

Cabe lamentar que el presidente de la Cámara de Diputados -así como otros parlamenta­rios de la Nueva Mayoría- haya prestado su concurso para este frenesí, asegurando que si es necesario “no le temblará la mano” para convocar a sesiones los fines de semana. El Congreso debería defender sus fueros y no alentar prácticas que desprestig­ian su quehacer, en especial cuando varias de las leyes aprobadas han sido despachada­s con inexcusabl­es deficienci­as técnicas, tal como ocurrió con la reforma tributaria.

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