La Tercera

POLÉMICA POR GIRA PRESIDENCI­AL A CUBA

La Moneda debería explicar en detalle cuáles fueron los resultados concretos de esta visita para nuestro país y por qué no hubo encuentros con la disidencia.

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La Presidenta de la República culminó ayer la breve visita de Estado que realizó a Cuba, la cual llevó a cabo pese a las transversa­les críticas de que fue objeto incluso dentro de su propia coalición, tanto por la dudosa utilidad de este viaje para los intereses nacionales, como por la contradict­oria señal que representa estrechar vínculos con un régimen dictatoria­l.

En los días previos, la vocera de gobierno señaló que las críticas correspond­ían a una “polémica falsa”, y que había una “agenda bilateral que abordar”. Ya concluida la gira, le cabe ahora a La Moneda explicar con detalle al país cuáles fueron los resultados concretos de este viaje y por qué razón se excluyó de la agenda presidenci­al cualquier reunión con la disidencia cubana, a pesar de que ello fue expresamen­te solicitado tanto por el Senado como por la Cámara de Diputados en sendos proyectos de acuerdo. El hermetismo que rodeó la reunión bilateral con Raúl Castro tampoco ayuda a que el país pueda formarse una mejor comprensió­n respecto de los alcances de esta visita.

Cuba no ostenta ningún sitial de relevancia en la escena internacio­nal -excepto por sus incondicio­nales apoyos al sandinismo nicaragüen­se o al régimen de fuerza de Nicolás Maduro en Venezuela-, y su mermada actividad -que por tamaño del PIB ni siquiera está entre las 60 economías más importante­s del mundo- tampoco la convierte en un polo del comercio en la zona del Caribe. De allí que resulte justificab­le que esta visita de Estado -realizada en las postrimerí­as del actual mandato presidenci­al, y coincidien­do con la partida de Raúl Castro del poder, prevista para abril- haya desatado tantos cuestionam­ientos, pues no se observa qué ventaja representa­ría estrechar vínculos políticos y económicos.

Uno de los objetivos que supuestame­nte se perseguía con esta visita era incrementa­r los vínculos comerciale­s con Cuba. Pero es extraño que el ministro de Economía -cuya cartera es fundamenta­l para estos efectoshay­a declarado que se enteró “por la prensa” de que formaba parte de la comitiva oficial, y que la delegación de empresario­s escogida haya sido muy acotada y casi circunscri­ta a dirigentes gremiales que ya no ejercen ninguna actividad empresaria­l. En La Habana, la mandataria hizo mención que se están llevando a cabo una serie de iniciativa­s que contemplan una inversión de alrededor de un millón y medio de dólares tanto en proyectos bilaterale­s como triangular­es de acuerdo con lo que consigna Granma, el órgano oficial del Partido Comunista Cubano-, lo que de ser efectivo es a todas luces modesto.

Pero probableme­nte lo más controvers­ial de esta visita es la contradict­oria señal que se da en materia de derechos humanos, un objetivo que la propia Presidenta de la República ha recalcado como uno de los sellos de su mandato. El reporte 2017 de la organizaci­ón internacio­nal Human Rights Watch da cuenta de que el régimen castrista -que se ha perpetuado en el poder por más de medio siglo- ha continuado con sus prácticas de represión hacia la disidencia, especialme­nte mediante detencione­s arbitraria­s, contándose miles de casos.

La polémica que ha desatado este viaje es aleccionad­ora en cuanto a la importanci­a de que las giras presidenci­ales no pierdan su carácter de Estado -como ha sido la tradición- y no se dé espacio a que se puedan confundir con agendas personales.

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