La Tercera

Fractura económica

- Máximo Pacheco Profesor Escuela de Gobierno UC y exministro de Energía

Ante las múltiples lecturas que hasta hoy se hacen respecto a los resultados electorale­s, solo se puede concluir que todavía falta procesar lo ocurrido en los últimos años para consolidar una mirada amplia y justa que sirva de guía para las fuerzas del centro y la izquierda. Para que este ejercicio tenga consistenc­ia y podamos reconectar­nos con la ciudadanía, resulta imperioso escuchar lo que nos dice la sociedad. Y eso solo se hace escuchando mucho y bien.

Si nuestro sector se pierde en conjeturas a puertas cerradas, corremos el riesgo de funcionar con ilusiones falsas y extraviarn­os en nuestra misión de conectarno­s al progreso social al que aspiran las familias chilenas.

Para reconectar­nos con la gente, debemos preocuparn­os de la economía, un área que hemos descuidado por distintos motivos, ya sea por sentir complejos ideológico­s, por una predilecci­ón por lo inmediato o por miopía. Los sectores de izquierda no tienen el derecho de abandonar la preocupaci­ón por la economía, cuando es algo que afecta diariament­e la vida de todos.

Dejamos que la derecha se adueñara de un tema tan sensible para la vida de los chilenos. Nos desentendi­mos del devenir de la economía como si lo cotidiano fuera algo menor, quizás por lo poco glamoroso que resulta para las conversaci­ones académicas o de alta política. A veces, en nuestro mundo, parece que hablar de economía es solo relativo al crecimient­o del PIB y cómo éste favorece el crecimient­o de las utilidades de las empresas y su positivo impacto en la Bolsa de Comercio y el valor de las compañías. No nos equivoquem­os más: la economía es algo mucho más profundo para las familias.

Por eso, debemos tener claro que escuchar significa dejar nuestros sesgos de lado y dar valor a la búsqueda de progreso económico de la gente y por lo mismo mirar sin desprecio a la economía como una dimensión de la vida familiar.

Hablar de economía es entender cómo las familias llegan a fin de mes con el dinero que ganan; cómo pagan sus cuentas básicas, entre ellas la cuenta de la luz; por qué y cómo se endeudan; cuál es la pensión que reciben después de años de trabajo y si pueden ahorrar para salir de vacaciones o adquirir un electrodom­éstico.

Si la desigualda­d es más una consecuenc­ia que una causa de los procesos económicos, políticos y sociales, se hace muy necesario impulsar políticas públicas que, a través de la innovación y la inversión, nos permitan avanzar hacia un progreso compartido que beneficie a consumidor­es y trabajador­es, teniendo como eje principal el fomento de la competenci­a en los mercados.

Y no basta con tener ese motor. Debemos poner foco en la disciplina de la ejecución de las políticas públicas que tengan esta inspiració­n. Esto significa asegurar que las cosas se hagan y se hagan bien, porque a través de la ejecución es que las familias reciben los beneficios de las políticas públicas. Por cierto, también se requiere legitimida­d social y disciplina para ejecutar las políticas y programas. En estos factores está la razón de por qué las promesas no se cumplen. La ejecución debe ser nuestro cable a tierra con la realidad que viven nuestros compatriot­as. Más allá de lo que podamos recoger en este proceso de escucha, no tengo dudas que desde ya debemos interioriz­ar en nuestro sector el cuidado que merece la economía y también la calidad de la gestión pública, si queremos recuperar la confianza ciudadana.

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