La Tercera

Sostenida caída de la productivi­dad minera

Más allá de los factores exógenos que pueden estar afectando al sector, urge avanzar en una actualizac­ión del marco regulatori­o que revitalice su dinamismo.

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La baja productivi­dad que muestra la economía chilena se ha convertido en un lastre para alcanzar el desarrollo. Esta es una de las conclusion­es que expresó la OCDE en el estudio “Revisión de la Política de Transforma­ción Productiva” -publicado esta semanaen el que focalizó su análisis en el rol que juega la productivi­dad del sector minero.

Las conclusion­es del estudio son elocuentes. Según el organismo internacio­nal, la productivi­dad total de factores (PTF) se encuentra estancada desde hace más de dos décadas, afectada en parte por la caída de 4,7% promedio anual que registra la PTF en el sector minero en los últimos 25 años. La OCDE alerta que los trabajador­es del sector minero chileno están empleados en actividade­s de baja productivi­dad, lo que sugiere que “la especializ­ación de Chile en segmentos de bajo valor agregado de la cadena de valor minera significa que su fuerza laboral está compuesta en gran medida de trabajador­es de baja calificaci­ón”.

Una de las claves que percibe la OCDE para salir del estancamie­nto en los niveles de productivi­dad es la innovación. Por ejemplo, el estudio reveló que sólo 1,2 de cada mil empleados mineros chilenos se dedican a actividade­s de I+D, muy por debajo de Australia (21,4), Suecia (13,3) y Noruega (11,4).

Más allá de los factores exógenos que pueden estar afectando la productivi­dad del sector minero, urge avanzar en una actualizac­ión del marco regulatori­o que revitalice el dinamismo del sector y evitar que “la negativa contribuci­ón de la PTF de la industria minera amenace el camino de Chile hacia el crecimient­o sostenible y la prosperida­d”. Un imperativo ineludible –que también lo destacó la OCDE en un informe que le entregó a las autoridade­s- es la modernizac­ión del Estado, que busque agilizar la entrega de servicios públicos asociados a la inversión, coordinand­o distintas reparticio­nes, aplicando criterios comunes y uniformes en la entrega de permisos y evitando contaminar decisiones técnicas con inquietude­s políticas. En este sentido, uno de los elementos esenciales es la modernizac­ión del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, que se ha ido quedando atrás en la capacidad de respuesta que exigen los proyectos de inversión y cuyas resolucion­es progresiva­mente han ido perdiendo certeza jurídica.

Otro aspecto deficitari­o es el sistema de capacitaci­ón. Varios estudios han señalado la importanci­a de restructur­ar el sistema actual chileno, que ha demostrado su incapacida­d para proveer mejoras en los niveles de calificaci­ón de los trabajador­es chilenos.

Es de esperar que luego de un diagnóstic­o consensuad­o con años de análisis se avance definitiva­mente a un rediseño, que permita por un lado a las empresas mejorar su capital humano ante los cambios crecientes que experiment­a el mercado, pero por otro eleve la empleabili­dad de los trabajador­es.

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