La Tercera

LA ALEGRÍA DE SOTELDO Y ABREU

- Por Leonardo Véliz Ex futbolista y entrenador

Nuestro fútbol no tiene términos medio. Muchos abogan por la juventud avasallant­e y otros por la experienci­a que dan los años. Llega Soteldo, de 19 años, a la U y Abreu, de 41, a Audax Italiano. ¿Quién puede decir con propiedad que uno u otro serán fundamenta­les? Nadie. Lo claro es que uno privilegia­rá la pelota a ras de piso y el otro el juego aéreo. ¿Cuál es la propuesta de valor entre uno y otro? El venezolano es joven, bajo, fuerte, veloz, atrevido, habilidoso y técni- co. El uruguayo es longevo, alto, fuerte, lento, técnico y goleador.

Ambos no se mueven por teorías, pues la práctica los hace temibles. Los une el hambre. Uno quiere iniciar su carrera internacio­nal, el otro está en el ocaso de su camino. El chico es futuro y esperanza y el Loco Abreu es la palabra empeñada al presente. El escurridiz­o alero rompió los biotipos ideales del atacante y el goleador uruguayo es el diseño del insigne romperrede­s. Pero los dos representa­n la idea, palabra y esperanza de triunfos urgentes. ¿Lograrán entender los hinchas la legitimida­d de sus diferencia­s? Montaigne dijo: “La cosa más importante del mundo es saber ser uno mismo”.

Por lo tanto, Soteldo debe hacer lo que sabe hacer, encarar hasta a los guardias de seguridad. Mostrarse en vitrina no sólo para liquidacio­nes. No amilanarse en dar espectácul­o. Reeditar la finta, el amague y el dribling. Yy si falla, al jardín infantil se ha dicho.

Abreu esperará el arco rival con la receta del gol, su cabeza. Si no los hace, querrán mandarlo a un asilo de ancianos. Su alegría atraerá al hincha nostálgico que reía como en los tiempos del travieso Nino Landa. Joven o veterano es respetable siempre que la excelencia se lleve bajo el frac. Los años y la adolescenc­ia la llevan al mismo tiempo los futbolista­s.

Dejen las hipocresía­s y gocen el fútbol. No jueguen para los miserables de la risa, que abundan en este Chile sensible y muy grave, que no es lo mismo a ser serio. No discrimine­n, loas para ella… la pelota; o bendicione­s para él… el balón.

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