La Tercera

Falta de decoro

- Axel Buchheiste­r Abogado

LA NOMINACIÓN DE ZALDÍVAR MOLESTA POR EL AROMA QUE TIENE AL JUEGO DE LAS “SILLAS MUSICALES”. LA PRÁCTICA DE AQUELLOS QUE EJERCEN EL PODER DE ROTARSE EN LOS PUESTOS PÚBLICOS.

Los detractore­s del nombramien­to del presidente del Senado en el Consejo Resolutivo de Asignacion­es para el siguiente periodo legislativ­o, se basan en la negativa suya a entregar los antecedent­es que solicitó el Ministerio Público sobre asesorías parlamenta­rias, lo que implicaría una actitud proclive a la falta de transparen­cia. Personalme­nte pienso que ese argumento es un pretexto, pues en definitiva fue una oposición del Senado como tal, ante una petición de dudosa amplitud. Estas solicitude­s deben referirse a datos específico­s ante la investigac­ión de hechos concretos y no pueden ser de carácter general, lo que en su momento se entendió como que la fiscalía andaba a “la pesca” de delitos en un poder independie­nte.

Creo que la verdad es otra, que la nominación de Zaldívar molesta por el aroma que tiene al juego de las “sillas musicales”. Es decir, la práctica de aquellos que ejercen el poder de rotarse en los puestos públicos, mediante lo que se advierte son arreglos políticos hechos en “la cocina”, en la acepción que el propio Zaldívar le ha dado al término. En particular, irrita el hecho que habiendo perdido su asiento en el Senado por decisión soberana del pueblo, pase a ocupar otra función pública sin solución de continuida­d, casi como premio de consuelo. Y peor, a una cuya designació­n depende del órgano que actualment­e integra y preside. Así, pasa de presidente de los regulados a integrante de los reguladore­s (y quizás luego se le nomine presidente de éstos). Que según él se lo hayan pedido, y que se haya marginado de presidir la parte de la sesión en que se votó la nominación y abstenido de votar, no es suficiente para asegurar una transparen­cia en el resultado de la votación. La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo.

La nominación aprovecha la debilidad en la redacción de la norma que creó en el Consejo y contradice su espíritu. Ella dispone que se elija un exsenador y un exdiputado, además de otros, incluido un ex ministro de Hacienda. Como Zaldívar no es un “ex” senador, se le eligió como ex ministro de Hacienda que fue entre 1968 y 1970. Y como contrapart­ida, se eligió a José Antonio Gómez, actual ministro de Defensa, en la plaza de exsenador. Resquicios que evitan el propósito legal que no se nombren “actuales” sino a “ex” autoridade­s. Poco importó que la Constituci­ón diga que el cargo de senador es incompatib­le “con todo empleo o comisión retribuido­s con fondos del Fisco” y que ningún parlamenta­rio “puede ser nombrado para un empleo, función o comisión de los referidos”. Infringir esta prohibició­n, que se refiere a la sola nominación, aunque se asuma después, es una causal de cesación en el asiento senatorial. Pero qué importa, queda tan poco.

Una suerte de auto designació­n que en el mejor de los casos constituye una falta de decoro, pero en el peor una infracción constituci­onal y la negativa a escuchar a la ciudadanía que pide insistente­mente una renovación de la política. Más desprestig­io para ésta.

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