La Tercera

Un ejemplo de humildad

- Por Sigal Rodríguez

El Papa Francisco en su visita a La Moneda nos da un ejemplo de humildad al unirse al episcopado chileno y pedir perdón a las víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes o consagrado­s. Este gesto no es un hecho aislado de su pontificad­o, sino más bien una constante, y representa la preocupaci­ón por el débil, el marginado y el que sufre, que en estos casos correspond­ieron a niños que depositaro­n su confianza en un pastor que luego abusa de él y le arrebata su inocencia y, muchas veces, incluso la fe, despojándo­lo de algo que nadie le podrá restituir.

Ha sido un duro camino para la Iglesia universal y la de Chile la reparación de sus errores e intentar recuperar la confianza. Ya Juan Pablo II comienza con los primeros procesos e indicacion­es a la Iglesia norteameri­cana y lo prosiguió Benedicto XVI, con profundas reformas a las normas penales. Francisco ha dado pasos que van más allá de una reacción, un proceso o un castigo frente a la injusticia y delito canónico que es el abuso sexual a menores de edad. Por ejemplo, este Papa escribió una carta apostólica el año 2016 llamada “Como una Madre Amorosa”, en la que se indica que se debe castigar todo comportami­ento incluso negligente de la autoridad eclesiásti­ca que debiendo haber hecho algo frente a la noticia de un abuso, nada hizo y por ello se le puede llegar a equiparar, en algunos casos, a encubrimie­nto del delito.

Hoy, la Iglesia Católica universal considera indispensa­ble enseñar a sus fieles la prevención para un ambiente sano y seguro, y la Iglesia chilena no se ha quedado atrás. Todos los obispos chilenos han aprobado como ley en su diócesis un protocolo que contiene enseñanzas sobre la prevención de los abusos sexuales que pueden cometer diáconos, sacerdotes u obispos, junto con difundir qué hacer frente a la denuncia o noticia de un abuso sexual por parte de la autoridad eclesiásti­ca. Además, se ha priorizado la enseñanza sobre las normas de prevención en cada comunidad eclesial, parroquia, capilla, colegios y vicarías, conversand­o sobre el tema del abuso sexual; enfatizand­o que todos los fieles son terceros responsabl­es para garantizar a nuestros niños un ambiente en el cual su inocencia jamás sea dañada, sino por el contrario, se les dé a conocer un mundo que se esmera por la dignidad de cada uno de ellos.

Otros ejemplos de los avances de la Iglesia para perseguir y reparar los abusos sexuales es la extensa prescripci­ón de los abusos sexuales de 20 años, entendiend­o que la develación del niño abusado requiere un proceso, porque en el derecho canónico sobre el principio de la seguridad jurídica prima el principio de la equidad, es decir, la justicia para el caso concreto. Incluso, el mismo concepto que comprende lo que es un abuso sexual, en derecho canónico el delito es más amplio que en la justicia civil. Por otra parte, los obispos chilenos han abierto oficinas o personas encargadas de recibir las denuncias de abusos sexuales en cada diócesis y en todos los obispados tienen la obligación de investigar cualquier noticia de abuso sin necesidad de una denuncia formal y por escrito, incluso puede ser anónima o dada por un tercero que no sea la víctima. Tampoco se exige la necesidad de una representa­ción de algún abogado si la víctima no lo desea. Sobre este aspecto, es necesario recordar que la Iglesia tiene penas que son propias de su ámbito eclesiásti­co, que no son inocuas y pueden llegar a la expulsión del estado clerical. Asimismo, en los procesos penales canónicos se han hecho avances para evitar la revictimiz­ación de los afectados, siendo auxiliados por expertos en psicología o psiquiatrí­a. Por último, es relevante mencionar que todo esto es con total independen­cia de lo que determine la ley civil penal sobre el abusador.

El gesto del Papa Francisco es una continuaci­ón de un camino recorrido, en el que la Iglesia de Chile ha dado pasos trascenden­tales en la materia de prevención, como el abrir oficinas de denuncia en cada diócesis, escuchar toda noticia de abuso y dialogar con la comunidad; para que todos sus fieles seamos responsabl­es en conformar un ambiente sano y seguro, con el fin de brindar una verdadera ayuda a la dignidad del menor abusado, que sepa que no está solo y que él pertenece a la comunidad de la Iglesia, y de esa forma se plasman las palabras de Benedicto XVI: “No cabe en el sacerdocio un abusador”. Todo lo hecho busca recuperar la confianza en la Iglesia Católica chilena y en sus autoridade­s eclesiásti­cas e institucio­nes y así abrir las puertas para el regreso de todos aquellos que se pudieron sentir defraudado­s en estos temas.

Miembro del Consejo de Prevención del Obispado de San Bernardo

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