“Los artistas no deben dejarse embaucar por la esquizofrenia social y cultural”
Referente de la escena teatral europea, estrena hoy en el Municipal Holzfällen (Tala), un montaje de 4 horas basado en la novela del austríaco Thomas Bernhard.
El suicidio de la actriz y bailarina austríaca Elfriede Slukal, en 1976, no solo le puso la piel de gallina al excéntrico núcleo artístico de Viena sino que además precipitó el reencuentro de un viejo séquito de renombrados intelectuales encabezado por el fallecido compositor Gerhard Lampersberg (19282002). Entre los últimos, y casi siempre junto al escritor Peter Handke, estaba el también novelista, dramaturgo y poeta Thomas Bernhard (1931-1989).
Conocido por despreciar públicamente a la burguesía, sus contradicciones lo llevaron a codearse con las familias más ricas de su país, como los Wittgenstein, el clan al que pertenecía el célebre filósofo llamado Ludwig y que con los años gatilló sus novelas Corrección (1975) y El sobrino de Wittgenstein (1982).
Pero fueron los Lampersberg, la pareja conformada por un adinerado compositor y su mujer, quienes años después le dieron el material para escribir Tala (1984), que a días de su aparición fue prohibida en Austria y lanzada en la Feria del Libro de Fráncfort ese mismo año. “Ese país caótico y demoniaco (Austria)”, declaró el autor durante la presentación de su novela en Alemania, está “gobernado por una ideología ‘pequeñoburguesa’, católica y nacional socialista”.
Treinta años después, sus palabras resonaron al fin en el director polaco Krystian Lupa (1943), quien ya había puesto en escena otros textos de Bernhard: La calera (1992), Ritter, Dene, Voss (1996), Immanuel Kant (1996), Extinción (2001), La paz reina en las cumbres (2006) y La plaza de los héroes (2016).
Tras visitar Chile en 2011 con Persona. Marilyn, el artista de 74 años vuelve con Tala (2016), un montaje que sobrepasa las cuatro horas de duración y que hoy debuta en el Teatro Municipal, dentro del festival Santiago a Mil.
La acción arranca cuando la coreógrafa Joana Tala (el nombre con que Bernhard rebautizó a Elfriede Slukal) se quita la vida. Trece artistas y ex compañeros de bohemia y generación, quienes hoy son autoridades culturales en su país, se reúnen en casa de uno de ellos tras varios años. Pero entre la comida y las coYo pas, los ecos del pasado comienzan a contaminar las aguas del presente y entonces recuerdan las razones por las que todos dejaron de verse.
“No conocí personalmente a Thomas Bernhard, pero una vez le escribí una carta en la que traté de expresar mi admiración por su brillante novela y conseguir el permiso para su adaptación”, cuenta Lupa. “Recibí una respuesta suya muy agradable (la única carta que él me envió), diciendo que estaba muy interesado en una versión teatral, pero al año Bernhard ya estaba muerto”, agrega.
¿Por qué tras montar varias obras suyas se decidió ahora por Tala?
Gran parte se debe a la dramática situación de la cultura en Polonia, donde hay una desatención y hasta una marginación del arte. Las autoridades de mi país nos han visto más como un enemigo o un tubo de propaganda política, más que como los creadores libres que somos. Algo similar ocurría en la Viena en la que a Bernhard le tocó vivir, y eso me hizo sentido.
Al margen de las críticas de Bernhard en la novela, ¿qué critica Ud.?
he criticado abiertamente la prostitución de esa condición sumida al poder y la política. Creí que esto solo ocurría en Polonia, pero viajando por el mundo entero con la obra (de China y Japón, a Francia y Canadá), encontramos que este asunto resulta para todos urgente: los artistas no deben dejarse embaucar por la esquizofrenia social y cultural (tampoco la política). Los artistas deben indagar en algo más que eso.
Ud. sitúa a los 13 personajes en un acuario. ¿Así de distanciados ve a los artistas del mundo exterior?
Los artistas no han sido capaces de afrontar los cambios y amenazas de la realidad. El arte perdió su influencia sobre los cambios culturales y sociales, falló en prevenir la onda social y el retroceso cultural. De alguna forma los artistas tienen parte de la culpa de la transformación negativa de este mundo, y lo que yo he sentido estos últimos años es culpa y desorientación al respecto. Verlos encerrados aquí tiene mucho que ver con eso.
La prensa se refiere a Ud.
como una “leyenda viviente” del teatro. ¿Qué piensa al respecto?
No siento ninguna leyenda dentro de mí, solamente la vida y el tiempo de fuga que se me aproxima, además de las muchas cosas por hacer. Este mundo se ha vuelto cada vez más incomprensible para mí, y aunque a rato observo algunos síntomas que desconozco, otros, como el racismo y la intolerancia de todo tipo, me convencen de que ese otro tiempo no ha pasado y que seguimos ahí, presos de lo que fuimos.