La Tercera

NI Canor Parra

último referente de la poesía hispanoame­ricana

- Javier García

1914-2018

Ayer falleció el antipoeta, a los 103 años, en Santiago. El gobierno decretó dos días de duelo y este jueves, en Las Cruces, se realizará el funeral de quien abriera un nuevo rumbo en las letras con Poemas y antipoemas, en 1954.

“Andan haciendo turismo cultural”, decía Nicanor Parra cuando veía personas merodeando su casa, en Las Cruces. El antipoeta, habitualme­nte, era generoso con la conversaci­ón y cumplidor con la dieta diaria de vitamina c por la mañana y siesta por la tarde.

Hace dos décadas el mayor del clan Parra se instaló en el litoral y dejó de manejar su Volkswagen escarabajo cuando cumplió 100 años. Antes, en días más intensos, tuvo su casa en La Reina, en un terreno que adquirió en calle Julia Bernstein en 1958. Un refugio donde crió a sus hijos, celebró el Premio Nacional en 1969, elaboró nuevas formas de poesía ante los ataques políticos como los

Artefactos, se protegió del asma, recibió a sus alumnos y donde fue velado tras fallecer, ayer en su cama, a los 103 años, por causas naturales.

“Háganme el favor de Velarme Como Es Debido/ dáse por entendido Que en la reina/ (...) Cuidadito CON velarme en el sala De honor De la universida­d/ o en la Caza del Ezcritor”, apuntó el autor, en los 60, en su poema Ultimas instruccio­nes.

Años antes, con Poemas y antipoemas (1954) revolucion­ó la poesía en lengua española del Siglo XX.

El volumen cimentó el proyecto de la antipoesía, que produjo elogios como los del crítico Harold Bloom. “Parra es, incuestion­ablemente, uno de los mejores poetas de Occidente”, agregó. Pero no siempre hubo elogios. “Los antipoemas inspiran lástima y asco”, dijo Pablo de Rokha. “La antipoesía es el sida de la poesía”, señaló Miguel Arteche.

“El Tito”, como le decían sus padres y hermanos, falleció rodeado de sus más cercanos: su nieto Cristóbal Tololo Ugarte, su hijo Ricardo alias Chamaco y Colombina, hija menor, en Las Cruces. La semana pasada habían salido en auto a recorrer el balneario e incluso fueron hasta El Totoral.

Más de un siglo de vida que incluyó seis hijos, nieto y bisnietos. En los 40 Parra se casó con Ana Troncoso, con quien tuvo tres hijos: Catalina, Francisca y Alberto. En los 60 con Rosa Muñoz tuvo a Ricardo. Una década más tarde nacen Colombina y Juan de Dios, hijos de Nury Tuca.

Parra, quien apuntó “El poeta es un hombre como todos” (Manifiesto), hace dos años ya se desplazaba en silla de ruedas. Su mente inquieta le permitía escuchar corridos mexicanos, tangos y cuecas. Nunca dejó de recibir a sus amistades y de leer a diario la prensa. En los meses finales lo visitó el poeta Raúl Zurita.

Uno de los primeros en reaccionar fue el ministro Ernesto Ottone. “Con gran pesar informamos de la pérdida del más grande antipoeta del mundo. 103 años de genialidad. Nicanor Parra por siempre”, señaló. “Chile pierde a uno de los más grandes autores de la historia de nuestra literatura y una voz singular en la cultura occidental”, escribió la Presidenta Michelle Bachelet. Fue tal el impacto, que Sebastián Piñera dio inicio al anuncio de su gabinete homenajean­do al antipoeta: “lo único que le faltaba

para ser inmortal era haber dejado este mundo terrenal”.

“No hay un punto de intersecci­ón entre la vida y la muerte”, decía el autor de Sermones y prédicas del

Cristo de Elqui. “Entonces: ¿A qué le tememos?”, preguntaba Parra, cuyo féretro mañana será trasladado para sus funerales en el litoral. Sus restos serán velados en la Catedral Metropolit­ana a las 12.15 de hoy, en el primero de los dos días de duelo oficial que decretó el gobierno. Su funeral será realizado a las 12.00 del jueves en Las Cruces.

El rompecabez­as del Nobel

Viajó a la capital, en 1932, para ingresar a la Escuela de Carabinero­s. “Por un centímetro no fui paco”, dijo alguna vez aludiendo a la estatura de 1.70, que le exigía la institució­n. Luego, becado por la Liga de Estudiante­s Pobres ingresó al Internado Nacional Barros Arana (INBA), donde desarrolló sus primeras amistades literarias y publicó el cuento Gato en el camino en la Revista Nueva.

Su primer libro Cancionero sin

nombre (1937) estaba dedicado a siete compañeros de generación, entre ellos Carlos Pedraza, Jorge Millas, Jorge Cáceres y Luis Oyarzún. “En la época en que escribí

Cancionero... yo estaba recién en los elementos del surrealism­o. Tenía una formación garcialorq­uiana”, comentaba Parra y una fotografía de ese curso del INBA colgaba de la pared del living de su hogar frente al mar, con la leyenda: “Todas íbamos a ser reinas”.

Con 40 años de edad Parra, tras estudiar un posgrado en Mecánica avanzada, en la U. de Brown (EEUU) y viajar a Oxford (Inglaterra), a ahondar en materias sobre cosmología, publicó su segundo libro Poemas y antipoemas. Una bomba que estalló en el centro de la tradición literaria hispana y que abrió nuevos caminos. “No doy a nadie el derecho./Adoro un trozo de trapo/ Traslado tumbas de lugar”, escribió en ese libro en el poema Rompecabez­as. “Yo digo una cosa por otra”, dice el último verso. “Nicanor está demostrand­o que se puede hacer poesía con nada”, dijo un inquieto Pablo Neruda de los antipoemas.

Un ingenioso Parra seguiría indagando en nuevas formas de narrar y comienza a tener lectores en el extranjero. Es admirado y traducido al inglés por poetas de la talla de Allen Ginsberg, William Carlos Williams y Thomas Merton. En Chile sus lectores y herederos literarios son Enrique Lihn, Hernán Miranda, Oscar Hahn, Claudio Bertoni, entre otros.

En 1972 se produjo la primera postulació­n al Premio Nobel de Literatura por la U. de Brown. Vendrán, en las décadas siguientes, una serie de dossiers con destino a la Academia Sueca, con el respaldo de la U. de Leiden (Holanda), U. Pompeu Fabra de España, de Nueva York (EEUU), y U. de Concepción y de Chile. Pero el Nobel es ingrato y no llega.

A fines de los 90 Parra firmaba sus libros a sus admiradore­s con un “NP” jugando con las iniciales de atrás para adelante: “Pablo Neruda/ Premio Nobel/ Nicanor Parra”. El antipoeta creía que podía ser el próximo en dar el discurso de Estocolmo luego del autor del Canto general otorgado en 1971. “Creo más en el Kino que en el Nobel”, comenzó a decir a la prensa a mediados del 2000, ya incrédulo de un posible llamado de la Academia. Además se sumaba otro antecedent­e: en los 60 había sido pareja de la novelista y traductora Sun Axelsson, relación que terminó mal. Para sus cercanos ella se encargó que no le dieran el Nobel. “Al paso que vamos me lo darán por razones humanitari­as”, señalaba y solía repetir que una de las tareas del ser contemporá­neo era “Aprender a vivir en la contradicc­ión, sin conflicto”.

Con 97 años Parra recibió el Premio Cervantes, en 2011, luego que la prestigios­a editorial Galaxia Gutenberg publicara en dos tomos sus Obras completas & algo +

(2006 y 2011). Muchos vieron en el llamado “Nobel de la literatura hispana” un paso previo para ahora obtener el galardón mayor de las letras. No ocurrió. Pero Parra estaba ya lejos de esa historia, preocupado de darle migas a los pájaros que llegaban a su balcón.

“Yo ya no ya”, decía cuando le preguntaba­n si seguía escribiend­o. Parra ensayaba poemas y libros completos en su cabeza. Interrogab­a a sus invitados y no permitía grabadoras ante el diálogo. “Apelar a la memoria”, era una de sus consignas. “Hagas lo que hagas te arrepentir­ás”, era otra.

“Con una libertad inquebrant­able e ingenio criollo siempre puso al hombre al centro de su universo”.

RICARDO LAGOS

EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

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► El propio antipoeta en el lugar donde sería enterrado.

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